7 años de gobierno
roji-verde: creando precariedad
Luis M. Rivas-BerlinSur,
mayo 2005
Escarbar en las estadísticas
oficiales permite hacerse una composición
de lugar de la evolución a grosso
modo de una sociedad. Aunque sean resbaladizas
y falte el esqueleto explicativo, no está
de más presentar una especie de balance
numérico. En este caso sobre la salud
económica de los hogares alemanes
en tiempos socialdemócratas (y verdes).
Los ricos (cada vez menos)
son cada vez más ricos. Los pobres
(cada vez más) son cada vez más
pobres. A cinco billones
de euros asciende el valor de todas las
cuentas de ahorro, títulos de bolsa,
seguros de vida y propiedades inmobiliarias
de las personas residentes en Alemania (después
de restarse las deudas). Por cabeza tocaría
a 61.000 euros. Teóricamente. La
verdad aritmética es que la mitad
adinerada del país acumula el 96,3
por ciento de esa riqueza. A la otra mitad
le queda un escuálido 3,8 por ciento
(en 1998 era del 4,4%). Para precisar esta
polaridad habría que decir que el
diez por ciento de hogares “superricos”
posee el 47% de la riqueza (en 1998 era
el 45 %).
Oficialmente
se considera pobre (relativamente)
en Alemania a toda persona que ingresa menos
del 60 por ciento del salario medio. Para
un hogar unifamiliar la frontera está
en los 940 euros/mes (no está de
más recordar que el gobierno socialdemócrata-verde
estableció en 345 euros la ayuda
social a desempleados de larga duración).
Una familia de cuatro miembros, por su parte,
necesitaría 1.970 euros para cubrir
sus necesidades básicas. Entre los
grupos con más estrecheces financieras
está el de madres (algunos, pocos,
padres hay también) que educan en
solitario a sus hijos. El 19% de los menores
en Alemania crece en un entorno con carencias
financieras (una tercera parte más
que en 1998).
Por otra parte, estadísticamente,
el 41 por ciento de los
desempleados vive en la pobreza relativa
(hace siete años, era la tercera
parte). Mencionar también a las 300.000
personas que carecen de cobertura médica
(sin contar a los inmigrantes ilegales).
Hace sólo dos años eran 180.000.
Porcentaje muy modesto respecto al conjunto
de la población, pero inquietante
y revelador.
Para redondear este panorama
de cifras decir que la tercera parte de
los casi dos millones de
turcos residentes en Alemania vive
por debajo del límite de pobreza
y otro 35 ronda esa marca. Este dato procede
de una investigación del Centro de
Estudios Turcos en el que se responsabiliza
de esta situación a la drástica
reestructuración de sectores industriales
tradicionales como la metalurgia y la minería.
A corto plazo, el estudio no vaticina grandes
cambios, al revés: muchos inmigrantes
de la primera generación se jubilarán
en breve y debido a su menor tiempo y cantidades
cotizadas tendrán pensiones bajas.
Hoy la jubilación media de un inmigrante
turco es de 526 € (la de un alemán
es de 698). Otra de las razones para no
esperar mejoras es el cada vez menor nivel
de escolarización de los niños
turcos; en el muy clasista sistema educativo
alemán a nadie sorprende que sólo
el 5 % de los escolares turcos vaya a un
instituto de secundaria.
Con la precariedad económica crecen,
por supuesto, las deudas.
Las estadísticas oficiales nos dicen
que en 2002 uno de cada diez hogares (3,1
millones) no podían hacer frente
al pago de intereses de créditos
y cuotas (plazos). En 1994, la cantidad
de hogares insolventes se situaba en dos
millones.
Las cifras mencionadas describen
el aumento de la precariedad vital en Alemania,
son “daños colaterales”,
estructurales, de la política socialdemócrata-verde.
El adiós definitivo al pacto social.
Las desigualdades de renta son, además,
el resultado de una década de redistribución
de la riqueza a favor del más fuerte
económicamente gracias a rebajas
fiscales, congelación salarial (mientras
precios y productividad suben), reducción
masiva de la presión fiscal a empresas
y de costes laborales (según la OCDE,
entre 1996 y 2004 los costes laborales unitarios
crecieron de media en Alemania un 1,3%;
en el conjunto de la UE, un 1,9%, en los
Países Bajos el 3,6% y en EE.UU.
un 4,1%). A ello se añaden recortes
profundos en el sistema de seguridad social,
servicios públicos y de protección
a desempleados.
Los poderes económicos y los partidos
institucionales se han despedido de la cohesión
social, predican la “responsabilidad
individual” y el fortalecimiento de
la “economía nacional”.
El gobierno roji-verde ha seguido a pie
juntillas las sugerencias de las empresas:
reducir impuestos y costes para favorecer
la acumulación y la inversión.
El resultado es conocido: los beneficios
empresariales se disparan (en general) pero
no se crea empleo (solo precario) ni se
invierte (al contrario, las inversiones
directas en bienes de equipo bajaron un
0,7% en Alemania). No extraña pues
la rabieta teatral y electoralista de la
cúpula socialdemócrata (el
jefe del SPD, Müntefering, llegó
a comparar en abril al capitalismo con una
“plaga de langostas”). El SPD
pensaba sacar beneficio político
“salvando” al país del
desempleo y neutralizar así el enorme
desgaste entre sus bases por el duro ajuste
estructural. La patronal, sin embargo, se
limitó, en su momento, a agradecer
el servicio prestado. Las (grandes) empresas
prefieren atrincherarse en un bunker de
dinero. La demanda interna sigue empantanada
(la gente prefiere no gastar un centavo
de más, por lo que pueda venir),
así que las firmas recurren a la
especulación bursátil e inmobiliaria
(inflando la próxima burbuja) y trasladando
producción y empleo al exterior.
La economía alemana confía
en el tirón de las exportaciones.
Si éstas fallan, los (maltratados)
consumidores alemanes no estarán
en condiciones de compensar esa pérdida.
Pero cerremos la cuestión
de la redistribución de la riqueza,
de la fiscalidad con algunos ejemplos. A
pesar de la “buena disposición”
(y las medidas) de socialdemócratas
y verdes, las rentas altas siguen quejándose
de la elevada presión fiscal: “el
diez por ciento de los contribuyentes pagan
la mitad de la recaudación del impuesto
sobre la renta”. Un abuso.
Las cifras dicen que hasta 2004, un trabajador
que ganase 30.000 € al año cedía
6.000 en el impuesto sobre la renta, el
20%. Una persona perteneciente a ese club
del “diez por ciento” que ganase,
por lo bajo, 110.000 €, daba 33.000
a Hacienda, el 33%. Le quedaban 77.000 €
neto “para sobrevivir”. El gobierno
federal, no obstante, escuchó el
llanto de los ricos y bajó a partir
de enero de 2005 el tipo máximo impositivo
de 47 al 42 por ciento (coincidiendo con
la reducción de la ayuda a desempleados
de larga duración). Un ejecutivo
que declare diez millones de ingresos podrá
quedarse ahora con 5,6 millones. En 1998
habrían sido 4,4 millones (el gravamen
entonces era del 53%). No está nada
mal. La federación sindical, DGB,
calcula que el gabinete roji-verde ha regalado
anualmente a los millonarios unos 100.000
€.
El gobierno alega, no obstante, que, de
1998 a hoy, también se bajó
el mínimo impositivo del 25,9 al
15%. Pero si se mira con atención,
como han hecho en el DGB, se constata que
esa descarga fiscal sirve al ciudadano apenas
para cubrir, individualmente, servicios
que hasta ahora eran garantizados por el
estado.
El aumento de la precariedad
laboral y vital se extiende por Alemania
sin apenas resistencia.
La gran manifestación de noviembre
de 2003 y las movilizaciones de septiembre
de 2004 traslucen, no obstante, que una
parte de la ciudadanía está
tomando nota de lo que ocurre.
De hecho, la “crítica”
al capitalismo voraz de la elite del SPD
recoge, e intenta apropiarse, de un sentimiento
extendido en la sociedad alemana: el sistema
no es justo ni razonable, no se pueden apretar
las tuercas a los débiles sin límite.
Ahora solo queda que esa sensación
se articule en algún tipo de nueva
cultura política. De momento, ya
hay cabecillas keynesianos como Oskar Lafontaine
(ex presidente del SPD), quien abandonó
definitivamente las filas del partido después
de 39 años de militancia, con ganas
de ocupar ese espacio político.
Fuentes:
Segundo Informe Gubernamental sobre Pobreza
y Riqueza en Alemania, presentado el 2 de
marzo de 2005.
Wirtschaftspolitik aktuell Nr.13-15/2004,
Nr. 2-3/2005; publicación de Ver.di,
sindicato del sector servicios.
Ak (analyse und kritik) Nr. 493 y 494
Estudio sobre situación económica
de los turcos en Alemania: www.zft-online.de
DGB-Comunicado de prensa, 23.02.2005