UN LEGADO QUE NO MUERE

 
 
Por Ximena Cannobbio

Han transcurrido 31 años desde que una tarde de mediados de Noviembre de 1973, junto a mi familia, tomamos un avión con destino a Perú, para poder cubrir desde ahí todas las informaciones del golpe militar en Chile y seguir enviando, como periodistas corresponsales que éramos, el material fílmico a la televisión de la ex República Democrática Alemana.
Pero no nos quedamos sino que, por razones de seguridad, tuvimos que seguir viaje a la ex RDA, donde llegamos un 22 de Noviembre bajo una tormenta de nieve a la que no estábamos acostumbrados a pesar de nuestra nevada cordillera de Los Andes en invierno. Y ahí empezó nuestro exilio.
Nuestro lugar de trabajo siguió siendo la televisión de la RDA y nuestra tarea informar de lo que ocurría en Chile bajo la dictadura de Pinochet.
Desde el departamento de política exterior de la televisión realicé reportajes sobre las torturas, asesinatos, los campos de concentración de la Dina, donde se retenían, torturaban y mataban a nuestros compañeros de lucha, a aquellos que se quedaron en Chile dando la cara por todos los otros que salimos. En mis reportajes daba a conocer, en toda su crudeza, lo que sucedía en esos momentos en Chile, quién era ese Pinochet y sus secuaces de la Junta de Gobierno. Trabajaba desde el exterior para que la solidaridad para con el pueblo chileno siguiera en alto y de esa forma ayudar a derrotar a los golpistas. Pero eso no se logró y los años fueron pasando dejándome un sabor amargo, de impotencia, de dolor, de fracaso.


Salvador Allende
Y no luché más. Empecé a olvidar lo sucedido, ya no esperaba que Pinochet cayera, quería forjarme una nueva vida, no centrar mi futuro en el pasado, en mis muertos, en todos los periodistas y amigos que cayeron bajo las balas de la dictadura, traté de olvidar y esto creí haberlo conseguido hasta el minuto en que fuí al cine a ver la película del director alemán Michael Trabitzsch,”El último día de Salvador Allende” (Der letzte Tag des Salvador Allende).  

Y ahí comprendí que también había tratado de tapiar mi vida anterior al golpe, mi vida como periodista, no afiliada a ningún partido, pero sí como independiente de izquierda al lado de Salvador Allende. Y la pelicula de Michael Trabitzsch me volvió al pasado y volví a revivir los tres años más hermosos de mi vida como periodista al lado de un mandatario sin igual, carismático, entregado al pueblo, con una visión de justicia social sin parangón. Reviví la alegría del pueblo chileno, el apoyo incondicional de la clase trabajadora, el avance hacia un Chile democrático y justo, la construcción de un Chile nuevo con igualdad de derechos para todos, los niños eran los privilegiados del gobierno de Allende, todos, sin exclusión tenían su medio litro de leche diario. Empezaba a nacer un nuevo orden social que no era del gusto de la oligarquía chilena ni de Estados Unidos.
Mientras Allende era ovacionado en las Naciones Unidas se iba gestando la traición. Y todo esto queda claramente transparentado en esta película, donde no se ve en ninguna parte el documental panfletario que me ha tocado ver en diversas oportunidades acerca de Chile.
La gran escritora francesa, Simone de Beauvoir dijo una vez refiriéndose a la preferencia del público por su novela “La sangre de los otros” que éste para leerla se había puesto las mismas gafas que ella usó para escribirla. Y esto mismo puedo decir yo acerca de “El último día de Salvador Allende”; Michael Trabitzsche mostró en su película, con gran exactitud y veracidad no sólo al Presidente Allende sino también el camino que recorrió Chile durante el gobierno de la Unidad Popular.