Literatura odiosa
Por Sonia Gómez
Gómez
Mientras
el país se da golpes de pecho, se
rasga las vestiduras, se asombra y se pregunta
por qué crecen las cifras de violencia
sexual contra losmenores de 14 años,
especialmente contra las niñas, nuestro
Nobel y sus editores se llenan los bolsillos
de plata con la
"Memoria de mis putas tristes"
que recrea las aventuras de un anciano que
empieza su relato contando cómo "el
año de mis noventa años quise
regalarme una noche de amor loco con una
adolescente virgen... Me acordé de
Rosa Cabarcas, la dueña de una casa
clandestina que solía avisar a sus
buenos clientes cuando tenía una
novedad disponible...". La novedad
disponible para el antañón
de marras fue, por supuesto, una virgencita
de 14 años "... morena y tibia.
La habían sometido a un régimen
de higiene y embellecimiento que no descuidó
ni el vello incipiente del pubis. Le habían
rizado el cabello y tenía en las
uñas de las manos y los pies un esmalte
natural, pero la piel color de la melaza
se veía áspera y maltratada.
Los senos recién nacidos parecían
todavía de un niño varón,
pero se veían urgidos por una energía
secreta a punto de reventar... Un tierno
toro de lidia". ¿Que novelón
tan parecido a la realidad? ¡Ah, pero
claro! es que estamos en el mundo del realismo
mágico, en el mundo de las miles
de "puticas tristes" que no lo
son porque les
da la gana, sino, precisamente porque una
cultura machista, perpetuada por la
literatura, por los textos escolares, por
la tradición, ha enseñado
a losvarones que tienen derecho a darse
esos gustazos con virgencitas indefensas,
con pieles ásperas y maltratadas.
Qué odiosa esa literatura
que reproduce el esquema de la mujer objeto;
esa literatura que se vende como pan caliente
y llega a los salones de clase y se convierte
en texto obligado, para que a los chicos
no se les olvide que a los 20, los 40, los
80 o los 90, la sociedad les da el derecho
de quitarle la ropa a una niña y
violarla, sin que a nadie le importe su
indefensión y su desgracia. Yo protesto
contra esta literatura sexista, venga de
donde
viniere, así el autor de marras se
llame Gabriel García Márquez,
que más bien debería haberse
ocupado, a estas alturas de la vida, por
contarnos historias que nos den luces para
salir de esta noche negra de Colombia, donde
los niños, y especialmente las niñas,
se han convertido en carne tierna para roedores
humanos.
Yo me uno al coro de muchas
mujeres que como yo estamos indignadas con
la tal novela de las putas tristes, porque
ya estamos cansadas de que la literatura
hable de las putas que venden su cuerpo
por hambre y de que guarde silencio ante
los "putos'' de todas las pelambres
que se acuestan con niños y niñas,
no por hambre, sino por saciar sus
inseguridades y por reafirmar un poder que
no tienen.
¡Por Dios, señora,
si es sólo ficción!, dirán
algunos. Pero cito a Florence Thomas cuando
escribe: "el lenguaje es el fundamento
de la reproducción del sexismo; es
un aparato de construcción y de representación
de la realidad y por consiguiente de la
acción sobre ella por medio de elaboraciones
simbólicas. A través de él
internalizamos ideas, imágenes, modelos
sociales y concepciones de lo femenino y
de lo masculino, entre otras. En este sentido
no habrá ni devenir femenino, ni
nuevos sujetos, si dejamos el trabajo sobre
lo simbólico y sobre el lenguaje,
todo ese sistema de representaciones del
mundo que conforman los pilares de nuestras
identidades''.
Este domingo, en el suplemento Generación,
de EL COLOMBIANO, Fernando Rodríguez
L., director del suplemento cultural Blanco
y Negro del diariomadrileño ABC,
argumenta que esta novela tiene prosa de
maravilla pero una historia sin fuerza,
endeble, mínima y aburrida. De acuerdo,
y agrego: qué bueno que a la literatura
se le despegue la aguja que marca siempre
hacia burdeles llenos de putas y no hacia
ellos como epicentro de una tragedia social
que crece con el hambre y las desigualdades.
(Reenviado por la poeta Eugenia Sánchez,
Yuyin)