Internet. Para entender por qué los hackers quieren liberar al mundo
Oíd el ruido de rotos sistemas

 

Por Guillermo Piro

Demonizados por las corporaciones, los gobiernos, los bancos, los medios y buena parte de los usuarios, los hackers siguen siendo uno de los grandes equívocos de la era digital: lo que se pretende presentar como criminal es, en realidad, un esfuerzo colectivo que conjura siglos de filosofía, matemática y política para vencer el control que se intenta ejercer por los medios más insólitos sobre la comunidad democrática de Internet. Ahora, el libro :(){ :|:& };: (Internet, hackers y software libre) recopila algunos de los grandes textos (hasta la fecha inéditos en castellano) que permiten entender el pensamiento de la cultura hacker.

Haría falta tener la fuerza suficiente para modificar el lenguaje común, porque la palabra hacker (y sus derivados) ya forma parte de nuestro patrimonio lingüístico y todavía no sabemos con certeza lo que significa. La primera reflexión, la más inmediata, se conecta con el nivel sintáctico, para tratar de explicarse cómo es posible que una clasificación semejante deba importarle a todos por igual. La reflexión más importante tiene que ver con la difusión generalizada del término hacker como categoría en la que hacer entrar a todos los delincuentes informáticos. Porque, llegados a este punto, hacker quiere decir eso, es decir alguien con documento de pirata informático que lo habilita a ingresar subrepticiamente en sitios prohibidos y difundir a destra y sinistra troyanos asesinos y devoradores hambrientos de discos. Podría decirse incluso, a riesgo de ser acusado de dictador cultural, que sólo quien tiene documento de hacker puede considerarse un verdadero protagonista de eso que se llama tráfico informático, es decir, un verdadero protagonista de la gran revolución de fines del siglo XX.

Pero los hackers no se ven a sí mismos como delincuentes. De hecho, se hacían llamar así cuando la mayoría de la gente todavía no sabía qué era una computadora. La acepción original, tal como la define Eric Raymond (hacker él mismo y entusiasta de la ciencia ficción, que a comienzos de los ‘80 participó en el proyecto GNU, que buscaba crear un sistema operativo estilo Unix, pero gratuito), es la siguiente: “Existe una comunidad, una cultura compartida, de programadores expertos y gurús de redes, cuya historia se puede rastrear décadas atrás, hasta las primeras minicomputadoras de tiempo compartido y los primigenios experimentos de Arpanet (la Internet prehistórica, nacida en 1969 en UCLA). Los miembros de esta cultura acuñaron el término hacker. Los hackers construyeron la Internet. Los hackers hicieron del sistema operativo Unix lo que es en la actualidad. Los hackers hacen andar Usenet (el proto-correo electrónico). Los hackers hacen que funcione la www. Si eres parte de esta cultura, tú has contribuido a ella y otra gente te llama hacker, entonces tú eres un hacker”.

Lo que individualiza al hacker (el otro, el pirata informático, es un cracker) es la intención de promover formas de trabajo que contemplen una dimensión colectiva de la tecnología, es decir, facilitar el acceso de todos y compartir el conocimiento.

Veamos: las computadoras, para funcionar, necesitan de un sistema operativo. Los que escriben el código de un programa son dueños de él, y en tanto dueños pueden exigir a otro que pague por usarlo. Pero resulta que hay gente que puede cambiar esos códigos, saben cómo hacerlo y pueden perfeccionarlo. Windows es un ejemplo del primer caso; Linux, del segundo. Modelo cerrado, orientado a maximizar las ganancias, contra modelo abierto y participativo. Windows es un claro ejemplo de un producto concebido por ingenieros anónimos al servicio de una compañía. Unix (el sistema operativo del que deriva Linux) no es un producto en sentido estricto sino el resultado de una esmerada recopilación de la historia oral de la subcultura hacker. Como dice Neal Stephenson (un escritor de ciencia ficción ligado a la cultura cyberpunk): “Es nuestra epopeya de Gilgamesh”. Lo que Stephenson quiere decir es que al igual que las epopeyas consistían en cuerpos narrativos vivientes que las personas conocían de memoria y se relataban unas a otras –haciéndoles retoques personales cada vez que les parecía–, Unix es conocido, amado y comprendido por tantos hackers que puede ser reescrito desde cero cuando alguien lo necesite. Son cosas difíciles de entender por las personas que piensan que los sistemas operativos son cosas por las que necesariamente hay que pagar.

Un libro que acaba de aparecer con el título enigmático de :(){ :|:& };: (por suerte, como dijo Hegel, el subtítulo es el verdadero título de los libros, de lo contrario no entenderíamos nada; el de este libro es:”Internet, hackers y software libre”), publicado recientemente en Buenos Aires, recopila textos capitales de la cultura hacker que hasta ahora sólo se podían encontrar en inglés, desperdigados por la red. El propósito de la publicación es explicar por qué son interesantes los hackers, diferenciando entre los hackers “constructivos” y los que se dedican a violar la seguridad de los sistemas (a quienes los propios hackers llaman crackers). El título del libro es una combinación de trece caracteres que introducidos en la línea de comandos de cualquier sistema Linux/Unix produce una reacción en cadena cuyo desenlace es la saturación de la memoria de la computadora. Dicha combinación, conocida con el nombre de “bomba lógica”, fue inventada por el hacker italiano Jaromil, y por su simplicidad y grado de síntesis se la considera una de las más efectivas y elegantes que se han escrito jamás.

Internet es muchas cosas, pero también es un raro ejemplo de anarquía verdadera, moderna y funcional. Libre y barato. Su precio, a diferencia del teléfono, no cambia dependiendo de las distancias. Bruce Sterling (novelista de ciencia ficción también él) compara la anarquía de Internet con la anarquía del idioma inglés, algo que nadie alquila y que nadie posee: “Como angloparlante depende de ti hablar inglés correctamente y usarlo para lo que quieras. (...) Aunque mucha gente se gana la vida usando y enseñando inglés, el inglés como institución es propiedad pública, un bien común”.

Bien, pero cuál es la respuesta a la pregunta ¿por qué son importantes los hackers? Carlos Gradin, el compilador de este volumen publicado por Editora Fantasma, responde: “Porque producen visiones y propuestas creativas y apasionantes sobre la tecnología, ya sea que lo hagan porque se lo proponen o porque surgen como resultado de su presencia, por los cuestionamientos e interrogantes que ésta plantea”.

En definitiva, lo que diferencia a un hacker es su nueva moral, que desafía la ética protestante y la ética del capitalismo tal como la expuso hace casi un siglo Max Weber, y que está fundada en la laboriosidad diligente, la aceptación de la rutina, el valor del dinero y la preocupación por la cuenta en el banco, que sería el resultado. Para el hacker sólo existe la creatividad, que se obtiene combinando pasión con libertad. Definitivamente, un hacker es otra cosa.