Por
Rosa Miriam Elizalde
No es tan caótica
como parece. No es tan democrática
como dice el "márketing"
publicitario. No es tan impenetrable como
afirman los luditas. No es tan transparente
como aseguran los entusiastas de la técnica.
No es, y
es. La Internet se ha revelado como el instrumento
de esta época, para hombres y
mujeres de nuestra circunstancia, tal y
como lo fue el hacha petaloide en la sociedad
primitiva, el molino de viento en la Edad
Media y la máquina de vapor, en la
era industrial.
Aun cuando en su ámbito
gravita el desamparado mundo que nos ha
tocado en suerte y sus terribles desigualdades,
la realidad es que ya sin ella no podremos
replantearnos el futuro. Estemos donde estemos.
Cualquiera que sea el lado del cachumbambé
que nos toque.
Si cada uno de nosotros busca
en la memoria cuándo fue la primera
vez que escuchó hablar de la Internet
y que puso por sí mismo una dirección
en la barra del explorador de una computadora,
los más avezados descubrirán
que no
hace mucho tiempo. Cuatro años; cinco,
quizás. Eso no es nada, pero es muchísimo
en la Internet, que cuenta ya con 700 millones
de usuarios -crecen a un ritmo del 25 por
ciento cada año-, dispone de 9 mil
millones de páginas y cada nueve
meses revoluciona su tecnología de
tal modo que ya casi cualquier cosa que
se sueñe puede ser vista, leída
y escuchada con solo asomarse a la pantalla
de una computadora.
En teoría un email
podría llegar a toda los usuarios
de la red si se reenvía cinco veces,
según un estudio divulgado hace apenas
una semana por el psicólogo Stanley
Milgram y publicado en la revista Science.
Quien esté en la red, potencialmente
puede hablarle de manera instantánea
a ese universo. Pero estar no significa
existir en la web. Tener capacidad de expresión
no significa comunicación. Para que
nos vean, nos escuchen, nos hablen y nos
oigan
no hace falta entender los complejos algoritmos
de programación para la web, sino
conocer las reglas de visibilidad que ha
impuesto la telaraña y, en particular,
tener muy claro con qué parte del
universo web queremos sostener ese diálogo.
La Internet no es una abstracción.
No le hablamos a una masa impersonal. No
es una enorme plaza llena de gente, a la
que se le habla por altavoces. Cada persona
está capacitada para elegir con quién
quiere hablar, qué quiere leer, a
dónde va. El internauta es extraordinariamente
electivo y exige que lo miren a los ojos.
Muchas
veces olvidamos que la Internet no es una
sucesión de máquinas enlazadas
por un cable, o por un enlace inalámbrico.
Es comunicación en su sentido más
primario: un ser humano que toca a la puerta
de otro. O mejor, uno que puede tocar
a la misma vez y en el mismo instante, a
la puerta de muchos, y recibir igual número
de llamadas, y contestar solo aquellas que
le interese.
Esta herramienta de comunicación
se ha convertido en el espacio de interacción
social por excelencia, con infinitas facilidades
para el intercambio, pero, también,
con una peligrosa supeditación a
los consorcios que tienen mayor influencia
y que domestican el gusto y el pensamiento
de la mayoría de la gente.
Las estadísticas dicen
que el 90 por ciento de los usuarios de
la Internet buscan en primer lugar entretenimiento,
facilidades de compra y acceso al correo
electrónico. Después, solo
un grupo, elige también informarse.
Casi todos son consumidores pasivos de lo
que ya existe, desentendiéndose del
mejor atributo de la red:
su multiplicidad de voces.
En ese contexto, solo el
10 por ciento de los sitios que hoy se enlazan
en la red son
considerados "alternativos". Es
decir, expresan abiertamente un disentimiento
de las instituciones del poder hegemónico
y arman entre sí su propia telaraña
que, por lo general, no tiende puentes con
medios "tradicionales" de la web,
o lo hace en contextos muy particulares
de tensión noticiosa. Por supuesto,
suelen ser
ignorados por los grandes portales informativos
del poder.
De ese 10 por ciento, sólo
un cinco por ciento es detectado por las
arañas digitales, como se conocen
los potentes buscadores que deciden a dónde
van buena parte de los navegantes y casi
todos los náufragos de la red.
Sin embargo, en los últimos
tres años, particularmente en los
últimos 11 meses, un
fantasma recorre la red: el de la falta
de credibilidad del poder, que se acompaña
de acciones en contra de sus instituciones.
Aun cuando todavía no se puede hablar
de una articulación entre los sujetos
de estas acciones, sí es incuestionable
que de manera abrupta la Internet ha empezado
a ser utilizada no sólo como un recurso
propiamente de información y de contraste
noticioso, sino como una poderosa herramienta
de movilización contra las decisiones
de ese poder global.
Medios alternativos
y poder global
En una de sus presentaciones
ante el subcomité
de Telecomunicaciones del Congreso de Estados
Unidos, el senador demócrata Edward
Markey -uno
de los gurúes de la Internet en ese
país- hace
tres años anunció que tenía
una noticia buena y
otra mala que informarle a los legisladores:
"La
buena noticia desde Washington -dijo- es
que
cada persona en el Congreso apoya el concepto
de
una superautopista de la información.
La mala
noticia es que nadie tiene la menor idea
de lo
que eso significa".
Y en verdad, no tenían
la menor idea de a dónde
podía llegar su fabuloso invento
cuando Larry
Roberts creó en plena Guerra Fría
su Arpanet.
Desde el 11 de septiembre del 2001 hasta
la
fecha, la Internet se ha convertido en un
dolor
de cabeza y una obsesión para el
gobierno
estadounidense.
Estados Unidos tiene más
computadoras, más GPS
(localizadores satelitales) y más
bombas de
microondas que nadie en el mundo, pero siente
que su punto débil es su propia red
electrónica.
En febrero de este año, analistas
adscritos a la
administración Bush remitieron al
Congreso su
informe sobre la Seguridad Nacional en el
Ciberespacio. "En el último
siglo", afirma el
documento, "el aislacionismo geográfico
ayudó a
Estados Unidos a eludir cualquier invasión
física. En el ciberespacio las fronteras
nacionales tienen poco significado. Las
vulnerabilidades del ciberespacio están
abiertas
a cualquiera y en cualquier lugar con suficiente
capacidad para explotarlas".
Desde Noam Chomsky -que lo
repitió varias veces
en el Congreso de CLACSO en La Habana- hasta
los
propios analistas del gobierno norteamericano,
admiten con asombro que no esperaban lo
acontecido en vísperas de la guerra
contra Iraq
en el propio Estados Unidos, el país
donde ha
sido más violentada y reprimida la
opinión
pública, y donde una campaña
de terror paraliza
la conciencia ciudadana. Aun así,
más de un
millón de personas se movilizaron
contra la
guerra en apenas tres semanas.
El factor decisivo para esta
ágil reacción fue
la Internet. Para que se tenga una idea
de lo
que eso significó, basta recordar
lo acontecido
menos de tres décadas atrás:
para organizar esa
misma cantidad de norteamericanos contra
la
guerra de Vietnam, se necesitaron seis años
de
arduo trabajo y decenas de miles de víctimas
civiles y centenares de soldados enfundados
en
sus féretros, desfilando en las pantallas
de la
televisión y del cine.
Hoy los grupos contra la
globalización
neoliberal son los que mejor aprovechan
ese otro
concepto de globalización que angustia
a la
administración yanqui. Si una web
sirve para
alistarse al Ejército norteamericano,
también
puede utilizarse para alistarse a una
manifestación. Solo porque existe
esta
herramienta se entiende que pocas horas
después
del inicio de la guerra, universitarios
barceloneses se concentraran en determinadas
calles o que vecinos de San Francisco colapsaran
cruces de su ciudad.
En San Francisco, por ejemplo,
no solo se
organizaron centenares de minimanifestaciones
que volvieron loca a la Policía,
imposibilitada
de acudir a tantos sitios a la vez, y aunque
detuvieron a unas 1 500 personas, en un
abrir y
cerrar de ojos a través de la web
la gente
lograba articular la resistencia frente
a la
represión. No problem y Act against
war
organizaron en horas seminarios sobre cómo
dialogar con la policía. "Si
eres arrestado, hay
otro seminario sobre asistencia carcelaria",
advertían sus páginas en Internet
y sus mensajes
a través del celular. Daban también
instrucciones a los detenidos. "Si
no te han
grabado en vídeo, la policía
tiene que probar
que estabas cortando el tráfico,
y no en la
acera".
"Cultura contra
la guerra", un espectacular
sitio español que ofreció
desde pancartas hasta
notas legales para enviar a legisladores
y
funcionarios de la administración
de Aznar,
reprodujo breves y eficaces textos de denuncias
y hasta cantatas callejeras:
"¿Condenó el Gobierno
de Estados Unidos el uso
iraquí de gas contra Irán?
No.
¿Cuántos gobiernos occidentales
condenaron ese
acto entonces? Ninguno.
¿Cuántos litros de agente
naranja usó EE UU en
Vietnam? Más de 35 millones.
¿Cuántas resoluciones de la
ONU ha incumplido
Israel hasta 1992? Más de 65.
¿Cuántas resoluciones de la
ONU ha vetado EE UU
entre 1972 y 1990? Más de 30.
¿Cuántas cabezas nucleares
tiene Iraq? ninguna.
¿Y cuántas EE UU? Más
de 10.000.
¿Cuál ha sido el único
país que ha empleado
armas nucleares? EE UU"
La telaraña a la izquierda
del Dios de la Guerra
nunca antes había sido tan fuerte,
tan
consistente, tan extraordinariamente articulada.
Páginas contra la guerra de todo
el mundo
coordinaron sus acciones, sus boicoteos,
sus
cartas de protesta a sus respectivos Gobiernos
antes y durante la guerra. Se intercambiaban
gratuitamente softwares y aplicaciones para
reproducir mensajes o crear foros y weblogs
-las
llamadas bitácoras personales con
un éxito sin
precedentes en estos días-. Las listas
de correo
convirtieron en personal y secreta las citas
y
los lugares de las protestas, que con la
ayuda
de teléfonos y mensajes cortos en
los celulares
(SMS) dieron una agilidad nunca vista hasta
el
momento a las marchas de protesta.
No faltan ya enjundiosos
análisis teóricos que
dan cuenta de la aparición de la
e-movilización,
una etapa superior de la e-protesta y de
la
e-información. Se habla con entusiasmo
de las
"heterarchies", un término
recién nacido en la
sociología para explicar esta inusual
conjunción
de las redes sociales con las redes digitales.
Pero hay más. Las
estadísticas de tráfico y
acceso de la red dieron otra señal
importantísima: la Internet se reveló
como el
líder noticioso mundial, desplazando
a la
televisión por primera vez en los
últimos 14
años de guerra mediática.
El índice Buzz de
Yahoo, que hace un seguimiento de la información
más demandada en los buscadores,
no deja lugar a
dudas. De los diez términos más
buscados la
semana del 17 al 23 de marzo, el primero
era "
Iraq". Los internautas dejaron de buscar
música
y personajes famosos, para centrarse en
la
evolución del conflicto.
El tráfico en Internet
aumentó tres veces más de
la media antes de la guerra, con un elemento
cualitativo esencial en este nuevo giro:
la
gente no solo busca noticias, sino que contrasta
noticias.
Una investigación
de mercado realizada por el
consorcio Store Media Metrix, valoró
que los 15
principales sitios norteamericanos tuvieron
un
tráfico un 41 por ciento mayor que
en las cuatro
semanas previas al conflicto, pero en ese
mismo
período, en los principales medios
alternativos
norteamericanos, el tráfico aumentó
en un 102
por ciento.
Por primera vez en un suceso
de atención pública, los grandes
medios tradicionales
norteamericanos se vieron obligados a incorporar
enlaces a páginas de opinión
"independientes". El diario británico
The Guardian, por ejemplo, daba cuenta de
que, en este período, el 49 por ciento
de los 1,3 millones de visitantes únicos
de la edición en línea procedieron
de EE.UU.
Pero el poder se defendió
en esos días, se defiende ahora y
seguirá tomando medidas enérgicas
para ejercer el control. No es un secreto
para nadie que usaron durante la guerra
y seguirán usando todos los medios
a su alcance para combatir a todo precio
lo que ellos llaman "terrorismo",
un estigma que usan con amplio
rasero.
Si recientemente contemplábamos
estupefactos la foto de George W. Bush y
Bill Gates, con un pie de grabado en el
que se aseguraba una estrecha colaboración
entre el Gobierno norteamericano y Microsoft,
el hecho no solo nos confirma lo que
se venía realizando desde hace tiempo,
sino que nos permite intuir qué clase
de mundo se nos avecina. El Gran Hermano
de George Orwell es una nana infantil al
lado de lo que podrían estar inventando
e implementando ahora mismo los
brujos de la informática.
El gran monopolio de las
ventanas virtuales no es la única
empresa que cede los datos de sus usuarios
para deleite de los servicios secretos:
los tres mayores proveedores de correo electrónico
norteamericanos AOL, MSN (Microsoft) y EarthLink
han reconocido haber instalado programas
Carnivore para rastrear, leer e interceptar
mensajes sospechosos.
Eso explica la agilidad con
que logran desconectar las páginas
inconvenientes, como Al Jazzira y Yellow
Times, esta última con servidores
en la Florida. Yellow Times publicó
las primeras imágenes divulgadas
en EE.UU. de las víctimas de la guerra
en Iraq, y poco después el dueño
de la compañía que alojaba
el sitio -por cierto, un cubano- dijo que
había sido obligado por las autoridades
a quitar la
página porque "dijeron que violamos
la cláusula de contenido para adultos".
No ha habido reconocimiento
público de la intervención
estatal en estos tijeretazos
cibernéticos, ni de la institucionalización
de la piratería en la web. Pero el
poder posee ya, además de la bomba
electrónica que tumbó de una
sola vez todas las web y sistemas digitales
iraquíes, una potente flota de corsarios.
Durante los días de
la guerra hubo cifras sin precedentes de
ataques cibernéticos, realizados
por supuestos "manifestantes"
en contra y a favor de la guerra que rara
vez aparecieron denunciados públicamente.
Lo extraordinario es que la mayoría
de las páginas violentadas por los
hackers criticaban a EE.UU. y a sus aliados.
No hay cifras fiables de cuánto se
vulneró en la red en esos días,
pero un cable de AP fechado en Londres,
del 21 de marzo de este año (2003)
es muy elocuente: un experto en seguridad
de la compañía F-Secure afirmó
que solo en Gran Bretaña se habían
registrado en un día "cerca
de 800 ataques de desfiguración,
diez veces más que en todo el mes
anterior".
Una palabra: acción
Si convenimos en que es vital
para nuestra existencia política
que se conozcan nuestros argumentos; si
es una certeza que la Internet es un medio
más expedito que los tradicionales,
donde nos marginan o nos silencian; si estamos
convencidos de que la red de redes es una
propuesta cierta de futuro en la que cada
vez más se navega a nuestro favor,
debemos armarnos de una estrategia coherente
de desarrollo de la Internet que permita
compartir lo que sabemos y tenemos, asegure
el soporte técnico, favorezca a los
que puedan lograr la mayor influencia en
la red, estimule la diversidad, enlace la
cooperación multidisciplinaria y
convierta a cada uno de nosotros en un punto
de resistencia, irradiante y vital.
En otras palabras, hay que
pasar del "timbiriche" digital
y la réplica mecánica de
los medios tradicionales en la web, a organizar
y armar a nuestro propio pelotón
en la gran guerra de guerrillas que se ha
desatado contra las elites del poder.
No lo lograremos con sistemas
de programación obsoletos, con fórmulas
comunicativas gastadas, con una subestimación
al medio que proviene de
la ignorancia, con brechas digitales y de
información entre nosotros mismos.
Lo lograremos cuando seamos capaces de singularizar
nuestros mensajes, a partir de soporte común
que garantice inmediatez y eficacia informativa.
Cuando dejemos de ser sordos
y mudos porque ya podemos comunicarnos fluidamente
en inglés, que -nos guste o no- es
el idioma de la lucha
global. Cuando interioricemos que la Internet
tiene reglas que hay conocer. Cuando aportemos
nuestros propios análisis y previsiones.
Y, sobre todo, cuando seamos capaces de
generar acciones de movilización
y de intercambio
regular y personal con millones de personas
en la red que quieren, como nosotros, una
casa habitable y no este mundo inhóspito
que nos tocó en suerte.
Más que de recursos
técnicos, se trata de dotarnos de
una cultura que no nos llegará por
inspiración divina. Una cultura que
puede convertir una simple computadora con
un módem en una espina clavada en
la garganta del poder.
Como lo es Rebelión, el medio alternativo
más leído en castellano, un
proyecto de tres personas que no cobran
nada por ello, que lo actualizan después
de su jornada laboral y que han logrado
establecer una red de colaboradores voluntarios
con más de mil proveedores.
Si las enormes movilizaciones
en Porto Alegre, San Francisco, Londres,
Madrid, Cancún, Miami y cientos de
ciudades han tenido lugar primero por Internet,
nosotros no podemos estar ausentes en esa
corriente de vida. Que desde la izquierda
logremos entretejer nuestros actos y nuestras
palabras, nuestra realidad y nuestras imágenes,
nuestra pasión y nuestras voces,
no depende de
nadie más que de nosotros mismos.
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* Ponencia de la autora al V Festival Nacional
de la Prensa Escrita realizado en La Habana
en diciembre de 2003.
Rosa Miriam Elizalde es directora directora
de
www.cubasi.cu
y de www.antiterroristas.cu.
Este artículo ha sido reproducido
en
www.pieldeleopardo.com