Cumbia for President:
Sobre la consolidación de un estilo en Argentina

 
 

Por Diego Siegelwachs*. Especial para BerlinSur.

Se acabó Menem, cayó De la Rua y luego otros más en una seguidilla de muy pocos días, pasó cautelosamente Duhalde y hoy en día Kirchner pulsea día a día por la gobernabilidad del país, todo eso en un lapso muy corto de tiempo. Sólo un estilo parece haberse ganado la confianza y durabilidad temporal: la cumbia. Este rubro musical parecería ser uno de las pocas cosas que quedaron en pie luego de los sacudones políticos, económicos, sociales y culturales de un país que por bien o por mal ya no se cree parte del primer mundo.

La cumbia proviene de Colombia. Pero recién en los 90 este género trasciende definitivamente las fronteras nacionales para convertirse en un estilo que se arraiga en los demás países latinomericanos. Se afianza en una primera instancia en la periferia de las grandes urbes para luego, sobre el final de la década, alcanzar las aristas del poder contemporáneo: Es incluida en los sets musicales de las discotecas de moda, suena y se vé en las radios y TV, en la prensa, en cualquier lado.

Lo que sucede en Argentina es también observable de la misma manera en otros países: la cumbia invade, por ejemplo, Mexico, Chile, Perú, Uruguay, para afirmarse y desarrolarse ya como un estilo propio en países que carecían de una base cultural musical “tropical“. Desplaza así al estilo folclórico musical que se escuchaba en las poblaciones suburbanas respectivas y que ha sido de orígen rural local; también la cumbia se fusiona con estos ritmos. Sospechosamente la época del ajuste fiscal y el achicamiento del Estado, del neoliberalismo y de todas esas cosas malas que la izquierda condenaba, traen consigo cambios culturales como por ejemplo los musicales, como es en el caso concreto de la cumbia.

¿Puede no obstante afirmarse hoy en día desde una pretendida visión posneoliberalista que la cumbia es reflejo cultural y resultado del neoliberalismo? Y si así fuese, ¿porqué la izquierda y los círculos progresistas, tan interesados en el quiebre de un sistema politico y de poder que acusaban de semi-oligárquico no se alegran de que éste se ha fracturado? ¿Será quizás porque parece que el sistema no cambió – o inclusive mudó para peor -, sino que fueron reemplazados (nuevamente) nada más que los “personajes”? ¿O será que quizás todos se alegran del cambio ocurrido y que en el fondo a todos les simpatiza la cumbia?

El caso argentino es un ejemplo que resulta muy ilustrativo. La cumbia primero desplaza a la música cuartetera de las bailantas de la periferia urbana y de las ciudades. De las bailantas pasa a los medios y de los medios, a pesar del repudio original de las clases medias, pasa a escucharse en todas partes y a toda hora; no hay nadie que hoy en día desconozca a la cumbia.

Es en época del gobierno de Menem en los 1990, de la mano de un perfil político-cultural determinado por esta gestión, que alcanza también a ser un estilo que penetra en los lugares más finos o de moda del país. Y si bien con De la Rua se creía que todo cambiaría, la cumbia demuestra otra vez más que no sería así: en Argentina aparece ahora con aquel presidente la cumbia villera, una versión de la cumbia mucho más radical en sus textos y melodías, un estilo llevado al extremo que reza por los asaltos a mano armada, los secuestros, la constante confrontación y transa con la policía, el goce y la idolatración del consumo de drogas y excesos de alcohol y hasta delata los vínculos que existen entre la marginalidad y el poder político, aunque de última, este estilo se festeja a sí mismo, como todos los estilos.

La cumbia también penetra en el sector rockero o más moderno de la música local. Muchos grupos de Rock Latino la van incorporando a su propio estilo. Actuales colosos como Bersuit en Argentina, El Gran Silencio de Mexico, intérpretes improtantes como King Changó de Venezuela y residente en New York, el ex-Todos Tus Muertos Fidel Nadal, el grupo revelación Karamelo Santo o el mismo Kevin Johansen, personaje de moda en los bares de Palermo - el barrio cool de Buenos Aires -, con su tema “Cumbiera intelectual”, así como Los de Abajo de Mexico y muchos más hacen de la cumbia-rock el comodín de batalla que les abre las puertas de los charts y la simpatía del público local. La cumbia es querida, deseada, disfrutada, apreciada. ¿Será entonces verdad aquel dicho estúpido que dice que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen?

Obviamente no. Aunque de alguna manera también sí. Depende desde que óptica se lo observe. En el caso de la cumbia todo esto se hace muy palpable; eso es lo bueno de la música, que, aunque los procesos parecerían ser muy poco claros e indirectos, como todo cuerpo basado en metáforas termina siendo mucho más explícito y certero que muchas otras hipótesis o descripciones científicas que intentan abarcarlo.

La cumbia nos demuestra quizás la “colombianización” del subcontinente latinomericano, pero antes nos habla de lo que puede haber ido ocurrriendo en Colombia, habla del cambio, la radicalización social, la “guerra interna” que se irá formando entre Estado, guerrilla, paramilitares, habla de la crisis de gobernabilidad y más que nada de la violencia transversal que sacude a la sociedad en su totalidad, lo registra todo.

La cumbia luego va más alla y nos señala el crecimiento de las ciudades y el proceso de migración interna en Latinoamérica, lo relaciona con el empobrecimiento y la marginalización creciente, tematiza la criminalidad, la exclusión, los cambios a nivel del sistema político en latinoamérica con los ascensos de los Menem, los Fujimori y demás políticos faranduleros, populistas, carismáticos y corruptos, y por último remarca la imposibilidad de subsumir el proceso a un único tipo de explicación que sirva para entenderlo todo.

La cumbia villera refleja el cambio político sufrido con políticos faranduleros y corruptos como Menem.

La cumbia es repudiada y amada a la vez y siempre contradictoriamente por los mismos: porque los pobres se identifican con ella pero lo que más desean es dejar de ser pobres y marginados; porque la gente de la agonizante clase media teme pasar a ser uno más de los nuevos pobres pero a la vez la consumen y la sienten como una victoria o un “afloje” de los parámetros de la alta cultura y de los que han estado siempre más arriba dictandoles lo que es bueno y lo que todo buen burgués debe hacer; porque la izquierda latinoamericana siempre intentó identificarse con los pobres y las desigualdades sociales pero a la vez nunca dejó de ser elitista cultural, letrada y coqueta; porque las tradicionales clases altas ni se enteran muy bien de que existe y siguen manejando al país como si fuese una estancia más y la cumbia es la música que entretiene a los peones; porque las empresas transnacionales tienen nuevo material de exportación y de consumo local a la vez.

El análisis puede parecer simplista, pero aparentemente las cosas son asi: simples y complejas a la vez, pero más que nada muy simples. Y la cumbia habla de ello, porque es en definitiva un estilo que desde el punto de vista de su arquitectura musical es muy rudimentario, lo es tanto en sus melodías y acordes así como también en sus letras. Las cosas en Latinomerica no son simples, pero algunas cosas fundamentales sí lo son: No hay espacio para la cultura, la reflexión, el pensamiento, la crítica o el esparcimiento si no hay para comer; y peor aún es la incertidumbre y angustia de no saber qué pasará al día siguiente; y más perjudicial es también para un país si la gente preparada y formada tiene que emigrar para poder vivir y lo único que queda en casa es la cumbia.

En países donde la alegría solo puede vivirse en el día a día, la cumbia quizás representa al carpe diem de los hippies de los 1970, quizás al samba brasilero de antes y de hoy, o al consumo efímero y al placer que se goza en una simple función de cine, una agradable cena en un restaurante o asistiendo a una obra teatral. La cumbia es progresismo cambiante y revolucionario frente al conservadurismo o convencionalismo, la cumbia es dinamismo económico liberal frente al sindicalismo desfazado, la cumbia es “la voz de los sin voz” en países muy estratificados, la cumbia es todo y para todos o por lo menos lo es para muchos. ¿O es todo una mentira? Cumbia for president y a pensarlo bailando – conclusión simple y barata, ¿o qué se esperaban sino??


* Diego Siegelwachs es sociólogo y DJ residente del colectivo La Regla e.V., que organiza en Berlín dos eventos regulares mensuales centrados en el Rock Latino: LA REGLA-Partiy (el primer sábado de cada mes) y LA OTRA-Party (el tercer viernes de cada mes.)