|   Por 
                                  Pablo Ramos*  
                                   
                                  Músico “Orozco”, tocó 
                                  con casi todos. Es imposible olvidar su cara 
                                  y su voz. Muchos, cada vez más, entienden 
                                  que es un gran compositor y un respetable trompetista. 
                                  Impredecible, inquieto y productivo, podés 
                                  escucharlo, verlo o leerlo, y siempre será 
                                  Gillespi. 
                                 Faltan minutos para la primera emisión 
                                  por Telefé de “Duro de acostar” 
                                  el nuevo programa de Pettinato. A su lado, compañero 
                                  inseparable desde mediados de los 80s, un tipo 
                                  con anteojos, melena castaña profusa 
                                  y desatendida, trompeta en mano, encargado de 
                                  nutrir la medianoche con personajes delirantemente 
                                  cotidianos. 
                                  - ¿Quién es? 
                                  - Marcelo Rodríguez.  
                                
                                  
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                                    A esta altura 
                                      entre facha, instrumento y caracterizaciones, 
                                      parece un actor venezolano, cayendo en paracaídas 
                                      a la fauna televisiva porteña. 
                                      - Mejor le pongamos Gillespi -propone el 
                                      conductor que templaba armas en la televisión 
                                      abierta. 
                                      - Dale, en honor a Dizzie, que murió 
                                      hace poco. 
                                      De ahí en más el joven que 
                                      tocó con Sumo, siguió con 
                                      Las Pelotas, y creció televisivamente 
                                      encarnando al entrañable Aníbal 
                                      Hugo en las medianoches de Orsay por T&C, 
                                      pasaría a ser simplemente Gillespi. 
                                      Hoy es una de las figuritas más difíciles 
                                      de clasificar en la cultura mediática 
                                      Argentina.Pero antes de que el seudónimo 
                                      identificara al personaje, Marcelo Rodríguez 
                                      tocaba la trompeta.  | 
                                   
                                 
                               
                                  La música está en el origen, los 
                                  medios son un bonus track, y la música, 
                                  imagina, seguirá estando cuando la trituradora 
                                  mediática, control en mano, decida el 
                                  cambio de canal: “La gente se cansa, y 
                                  muy fácil. La misma gente que te infló, 
                                  un día te dice: ‘Bajá, que 
                                  en la puerta de al lado está inflado 
                                  Capusotto, vos ya fuiste’”. 
                                  Por lo tanto, en el principio fue el sonido, 
                                  ese signo antiguo que nos precede, y ahí 
                                  estaba el timbre de la trompeta. Sin detenernos 
                                  a elucubrar quién elige a quién, 
                                  si el instrumento al intérprete o viceversa, 
                                  el encuentro se produjo en el barrio, en una 
                                  iglesia evangélica: “Fue un instrumento 
                                  que me sedujo apenas lo vi. Entonces agarré 
                                  y me hice el que quería formar parte 
                                  de la iglesia. Así empecé a tocar. 
                                  Cuando ya le agarré bien la mano, le 
                                  dije al pastor la verdad, le compré la 
                                  trompeta y me fui.” 
                                  Y así tronaron los ángeles cuando 
                                  entró en el círculo mitológico 
                                  del rock de los ochentas, de la mano de Roberto 
                                  Petinatto frecuentó la cofradía 
                                  anárquica de Luca Prodan. El tornado 
                                  que arrasó la fábula del rock 
                                  argento, se metamorfoseó en varias criaturas 
                                  que atacaban según los febriles dictados 
                                  del pelado. Sumo. Sumito. La Hurlingham Reggae 
                                  Band, y otras formaciones improvisadas fueron 
                                  alimentando el apetito del trompetista. 
                                  Pero no sólo de rock vive el hombre: 
                                  “Estoy marcado fuertemente por el Miles 
                                  Davis electrificado y al que llamo, lisérgico 
                                  de los 70, y del que aparece después 
                                  con Marcus Miller y John Scofield con discos 
                                  como "Tutu". Esa es quizás 
                                  la influencia más fuerte que tengo dentro 
                                  del jazz”. 
                                  De esa alquimia extraña y poderosa, sale 
                                  Gillespi trompetista. Y el balance musical es 
                                  digno de atender porque hace honor al seudónimo: 
                                  4 discos editados: “SuperChatarraEspéshal”; 
                                  “Live in Gonnet”; “Ultradeforme”; 
                                  y el reciente “Es”; (a los que podemos 
                                  añadir “GILLESPI: VISTA GORDA ALL 
                                  STARS", con temas inéditos y rarezas 
                                  caseras, que acompañó un número 
                                  de la revista TXT). 
                                  Pero la naturaleza Gillespiana lo ha llevado 
                                  por caminos compartidos. Compañero de 
                                  ruta de la fauna rockera, tocó en casi 
                                  todos los discos de Las Pelotas, fue sesionista 
                                  de Los Gardelitos, Willy Croock, Los 7 Delfines, 
                                  Divididos, y sonó su trompeta en los 
                                  últimos dos recitales de Los Piojos en 
                                  River. Junto a Javier Malosseti, y su compadre 
                                  Pettinato, es un enclave estratégico 
                                  en la yunta del jazz con el rock. Eso muestran 
                                  sus discos, que trafican música sin fronteras: 
                                  “yo soy al que le tocó en esta 
                                  repartija el funk y el soul, el jazz eléctrico, 
                                  con guitarra con guagua, teclados, bajistas 
                                  recontraeléctricos y cero de guitarra 
                                  jazzística clásica”. Para 
                                  eso una troupe de músicos lo viene acompañando 
                                  en sus presentaciones y grabaciones: Mono Fontana, 
                                  Valentino, Patán Vidal, Luis Salinas, 
                                  César Franov, Valentino, Ricardo Mollo, 
                                  Guillermo Vadalá, Mono Inzarraulde, y 
                                  siguen las presencias estelares en el universo 
                                  Gillespi. 
                                  Pero, además de tocar, componer y editar 
                                  discos, desde el 2000, Gillespi comanda un nuevo 
                                  sello independiente que ha demostrado que la 
                                  música puede autogestionarse sin perder 
                                  calidad. Ultradeformes ha producido a músicos 
                                  como el uruguayo Daniel Maza, el quinteto de 
                                  Alejandro Herrero y la banda de Roberto Petinatto, 
                                  junto con propuestas más rockeras como 
                                  Me Darás Mil Hijos y Pequeña Orquesta 
                                  Reincidentes. Para este año el sello 
                                  planea editar a Las Blacanblús, a Miguel 
                                  Botafogo, una serie de bandas de jazz de vanguardia 
                                  neoyorquinas y a los excepcionales Living Colour. 
                                  A medida que nos sumergimos en el personaje 
                                  Gillespi más difícil se nos hace 
                                  la tarea de identificar a Marcelo Rodríguez. 
                                  Y no es que uno sea el auténtico y el 
                                  otro falso. Esa distinción es absurda, 
                                  porque esa ambigüedad es el tema de la 
                                  cultura pop: el artista representa un papel, 
                                  pero ese personaje es la persona que él 
                                  realmente es. El artista ya no tiene aura, no 
                                  hay autenticidad, y por eso inventa el personaje 
                                  para restituirle el mito ausente. El personaje 
                                  se devora al autor. La obra ya no es central 
                                  en sí misma. Importa según su 
                                  ubicación en la galería del personaje. 
                                  Y adonde ponemos al Gillespi mediático. 
                                  Ese tipo con pose lunática, que parece 
                                  dispuesto a divertirse a costa de todo el aparato 
                                  que sostiene al medio. 
                                  Gillespi en Mitre, en el programa de Castello, 
                                  es la contracara de la seriedad que informa 
                                  primero. Da la sensación de que no trabaja, 
                                  no produce, es el chanta con salvoconducto para 
                                  hacer de profesional y decir cualquiera en el 
                                  momento adecuado, que es siempre el inesperado. 
                                  Gillespi en Mitre, en su programa de medianoche, 
                                  dilata el personaje hasta conseguir que la radio 
                                  sea levemente trascendente y levemente divertida, 
                                  como cada noche, como cada oyente. 
                                  Pero no sólo la radio agota la sobrecargada 
                                  agenda de Gillespi. El asalto a la televisión 
                                  empezó con el recordado y nunca superado 
                                  “Orsay de medianoche”, con Aníbal 
                                  Hugo y su corresponsalía desde Claromecó, 
                                  parodiando el exceso de autoridad que da el 
                                  saber y el archivo a los emperadores del deporte 
                                  (Julio Ricardo y Víctor Hugo); pasó 
                                  por partenaire de Petinatto en su primer gran 
                                  hit televisivo (si ladrón que roba a 
                                  ladrón tiene cien años de perdón, 
                                  la tele se ganó la impunidad por varias 
                                  centurias más); y en varias ocasiones 
                                  aportó personalidad y extravagancia a 
                                  la remanida impronta autoreferencial de la tv 
                                  nacional, en ciclos como “Medios Locos” 
                                  o “El resumen de los medios”. 
                                En ningún lado Gillespi puede pasar desapercibido. 
                                Pero no será por detentar la llama berreta 
                                del glamour nacional, esa que se gesta en la repetida 
                                gira por ciclos faranduleros, esa que forma parte 
                                del histeriqueo propagandístico. Tal vez 
                                sea la imposibilidad de imaginarlo enojado en 
                                un ambiente plagado de sonrisas colagenadas y 
                                gestos adustos ensayados frente al espejo. Tal 
                                vez sea que estamos frente a la nueva televisión 
                                argentina, con conductores sin frenos, ni airbag, 
                                dispuestos al choque por sinceridad y por una 
                                sana actitud de no tomarse la tele en serio y 
                                “que todo te chupe un huevo”. Y si 
                                no, hay que escucharlo entre verborrágico 
                                y distendido: “Que ahora haga tantas cosas 
                                marca un crecimiento, pero es un crecimiento que 
                                tiene que ver con el laburo y no con la fama inflada 
                                por los medios. No soy un tipo muy famoso. Me 
                                conoce todo el mundo, pero porque me ha visto 
                                laburando –tocando con tal o cual, o haciendo 
                                un programa–, y no por estar exhibiéndome 
                                en cócteles. No voy como invitado a casi 
                                ningún programa de tele, salvo que tenga 
                                algo nuevo que mostrar o que decir. No quiero 
                                transformarme en un personaje de la farándula. 
                                Si sucede por el trabajo, es inevitable, pero 
                                no quiero ayudar a generar un monstruo. Me cuido 
                                todo el tiempo, les tengo terror a estas cosas. 
                                Porque el personaje te devora, te perjudica. Además, 
                                me siento incómodo. La fama no me gusta. 
                                Soy una persona con ideas. Y las aplico a una 
                                cosa y a otra. Soy muy intuitivo. Se me ocurren 
                                cosas y trato de llevarlas para adelante, nada 
                                más.” Un bardo moderno: compositor, 
                                  trompetista y cómico ambulante. La tradición 
                                  de los bardos se remonta a la edad media y prerrenacimiento 
                                  en Gales e Irlanda, actuaban como transmisores 
                                  sonoros de la historia, críticos políticos 
                                  y artistas. Pisa los 40 abriles porteños. 
                                  Tiene su programa radial en la medianoche de 
                                  Mitre Córdoba 104.1, “La noche 
                                  inoxidable”, y forma parte del equipo 
                                  siestero de “Mira lo que te digo”. 
                                  Cada tanto la pantalla mediática se sacude 
                                  con su presencia. Escribe una columna semanal 
                                  para la revista TXT. Pero, ante todo, es músico. 
                                  Edita y produce discos propios y ajenos. Parte 
                                  de una cofradía de artistas errantes, 
                                  alberga la incendiaria actitud de golpear el 
                                  presente con el virus del lenguaje que será 
                                  futuro por prepotencia de ideas y trabajo.  
                                   
                                  *Pablo Ramos es director de la emisora universitaria 
                                  88.7 FM Radio Revés y 
                                  conductor del programa Vida Bandida en FM Rock&Pop 
                                  Córdoba, Argentina. 
                                   
                                    
                                 
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