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Por
Ignacio Ramonet
Director de Le Monde diplomatique, París. Traducción:
Lucía Vera
La Segunda Guerra Mundial fue, sin dudas, el momento central
del siglo XX. Las muertes han sido demasiadas como para
que la sociedad aprendiese que la guerra no es ninguna solución.
Sin embargo, líderes com Putín y Bush no dan
pruebas de haber entendido el mensaje.
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Hace sesenta años,
el 8 de mayo de 1945, con el derrumbe del Tercer Reich
alemán, terminaba la Segunda Guerra Mundial en
Europa. Proseguiría en Asia hasta el 2 de septiembre
de 1945, cuando, sobre el puente del acorazado estadounidense
Missouri, los representantes de Japón, abrumados
por las primeras bombas atómicas, firmaran la
rendición de su país. |
¿Es necesario seguir hablando de este conflicto,
en un momento en que el gran coro de los medios nos asesta,
en ocasión de las múltiples ceremonias conmemorativas
(1) -por el desembarco de Normandía, la liberación
de París, la entrega de Auschwitz y luego la de Buchenwald,
la caída de Berlín-, imágenes pletóricas
y comentarios interminables sobre sus principales episodios?
La respuesta es sí. Por una razón simple:
el propio ceremonial de las conmemoraciones entierra y ahoga
el sentido del acontecimiento. La paradoja es que los medios
recuerdan... para hacer olvidar mejor.
El historiador Eric Hobsbawn nos ha puesto en guardia: "Hoy
-afirma- la historia es más que nunca revisada o
incluso inventada por personas que no desean conocer el
verdadero pasado, sino solamente un pasado que esté
de acuerdo con sus intereses. Nuestra época es la
época de la gran mitología histórica"
(2).
A medida que el tiempo nos aleja de los hechos, los testigos
directos desaparecen y las enseñanzas obtenidas en
caliente de los acontecimientos se desdibujan y se confunden.
Y los grandes medios, que no tienen el rigor de los historiadores,
reconstruyen, según las modas, un pasado que muchas
veces está determinado, corregido, rectificado...
por el presente. Un pasado expurgado, depurado, lavado de
todo lo que podría, hoy, generar desorden. En este
sentido, -y esta es otra paradoja- hay pocas diferencias
entre esta nueva "historia oficial" y la censura
del Estado en los países no democráticos.
En ambos casos, lo que reciben las jóvenes generaciones
es ese pasado revisado. Debemos rebelarnos contra tal distorsión
de la historia.
La Segunda Guerra Mundial fue el momento central del siglo
XX. Uno de los acontecimientos más violentos y más
destacados de la historia de la humanidad. En primer lugar
por su desmesura, su amplitud sin igual. Con la extensión
y la intensificación progresiva del conflicto, el
campo de batalla se extendió a todo el planeta y
afectó a todos los continentes, salvo la Antártida.
En 1945, casi todos los Estados independientes se encontraban
implicados en la guerra. Las grandes potencias imperiales
habían arrastrado al enfrentamiento, por las buenas
o por las malas, a sus colonias de África y Asia.
Y todos los países de América Latina se habían
comprometido en favor de la causa aliada (3); Brasil llegó
incluso a constituir un cuerpo expedicionario que combatió
en Italia. En el momento de la caída del Reich hitlerista,
sólo nueve Estados del mundo (Afganistán,
Dinamarca, España, Irlanda, Mongolia, Nepal, Portugal,
Suecia y Suiza) seguían siendo oficialmente neutrales.
La cantidad de soldados movilizados superó todo lo
que se había conocido anteriormente. Mientras en
Asia los japoneses proseguían una guerra sin fin
para adueñarse de China, Alemania movilizó
en 1939 a 3 millones de soldados de la Wehrmacht para ocupar
Polonia. Y pronto iba a alistar a 6 millones para emprender
una "guerra preventiva" contra la Unión
Soviética, que a su vez iba a oponer fuerzas que
superaban los 11,5 millones de hombres... Y, cuando Estados
Unidos entró en la guerra, después de haber
sido víctima de un "ataque preventivo"
de los japoneses en Pearl Harbour el 7 de diciembre de 1941,
movilizó no menos de 12 millones de soldados...
Esta guerra planetaria fue también una "guerra
total", que se caracterizó por la extensión
de la "zona de destrucción" mucho más
allá del campo de batalla propiamente dicho. Las
poblaciones civiles de toda Europa, de Rusia occidental
y de Asia oriental debieron sufrir operaciones militares,
la proximidad con los diversos frentes, operaciones de rastrillaje,
y represiones o bombardeos sistemáticos. Sin hablar
de las persecuciones y masacres por motivos ideológicos
o a causa de políticas raciales de las que fueron
víctimas millones de civiles (en particular los judíos
europeos, los gitanos, los chinos y los coreanos) por parte
de los Estados del Eje (Alemania, Italia, Japón),
sobre todo en Europa oriental y en China.
El costo en vidas humanas fue el más elevado de la
historia. Se estima la cantidad total de muertos en alrededor
de 50 millones. El balance fue más desfavorable en
Europa que en Asia, y mucho más en el este europeo
que en el oeste. El ejército soviético -el
Ejército Rojo- perdió por sí solo unos
14 millones de hombres: 11 millones en los campos de batalla
(de los cuales 2 millones en los frentes de Extremo Oriente)
y 3 millones en los campos alemanes de prisioneros... Algunas
grandes batallas como Stalingrado (septiembre de 1942-febrero
de 1943), el desembarco de Normandía (junio de 1944)
o la toma de Berlín (20 de abril-8 de mayo de 1945)
resultaron ser más mortíferas que los peores
enfrentamientos de la Primera Guerra Mundial.
Entre los Aliados, el total de muertos en combate fue de
300.000 estadounidenses, 250.000 británicos y 200.000
franceses. Japón perdió un millón y
medio de combatientes. Pero una de las principales causas
de pérdidas de vidas humanas fue el enfrentamiento,
en el Este de Europa, entre la Wehrmacht y el Ejército
Rojo, que terminó con la muerte de por lo menos 11
millones de soldados de ambos campos y produjo más
de 25 millones de heridos...
Por primera vez en el curso de una guerra, la cantidad de
víctimas civiles superó por lejos la de los
militares muertos en combate. Además, los civiles
fueron frecuentemente víctimas de atrocidades cometidas
para aterrorizar al adversario. De esta manera, en Asia,
Japón, que había invadido el norte de China
desde 1937 y ocupado Pekín, lanzó su ejército
sobre Nankín, donde tenía su sede el gobierno
chino, que decidió resistir. Una vez tomada Nankín,
el ejército japonés se entregó a una
verdadera masacre. Los 200.000 chinos que se encontraban
todavía en la ciudad fueron todos ejecutados en condiciones
atroces. Las mujeres fueron salvajemente violadas, los hombres
y niños enterrados vivos o torturados según
directivas precisas. La ciudad fue saqueada y luego quemada
de cabo a cabo.
El príncipe Asakasa, primer responsable de esta carnicería,
nunca fue molestado después de la guerra. Todavía
hoy algunos manuales escolares japoneses minimizan este
crimen. Lo que -con razón- pone furiosos a los chinos
y coreanos, como pudo verse en abril último en Pekín,
durante las grandes manifestaciones antijaponesas. Contrariamente
a Alemania, Japón no reconoció nunca de manera
convincente sus abominables crímenes de guerra contra
los civiles chinos y coreanos.
En todas partes, el hambre diezmó a las poblaciones
asediadas. Así, en Leningrado (hoy San Petersburgo),
más de 500.000 civiles perecieron por las privaciones
entre noviembre de 1941 y enero de 1944. Y también
hubo bombardeos intensivos de las ciudades. Todos los beligerantes
abandonaron cualquier escrúpulo en relación
con las grandes aglomeraciones indefensas. Comenzando por
las fuerzas hitleristas que, desde el 10 de septiembre de
1940 hasta el 15 de mayo de 1941, multiplicaron las incursiones
aéreas contra las ciudades inglesas (entre las cuales
estaba Coventry) provocando más de 500.000 muertes
civiles. Como muchas otras ciudades, Varsovia fue enteramente
destruida de noviembre a diciembre de 1944 por las tropas
alemanas en retirada. Los Aliados replicaron el 13 de febrero
de 1945 con la destrucción de Dresde, generando decenas
de miles de víctimas civiles, muchas de ellas refugiados.
Luego, el 8 y 11 de agosto de 1945, las ciudades japonesas
de Hiroshima y Nagasaki fueron eliminadas del mapa por los
primeros bombardeos atómicos de la historia.
También hubo éxodos o marchas forzadas que
produjeron innumerables víctimas entre los prisioneros
de guerra, los deportados y las poblaciones desplazadas;
sólo en el año 1945, por ejemplo, más
de dos millones de alemanes encontraron la muerte mientras
huían a pie, hacia el oeste, ante el avance de las
fuerzas soviéticas. Y hubo también, y sobre
todo, el crimen de los crímenes, la exterminación
sistemática por parte de los nazis, por razones de
odio antisemita, de seis de los doce millones de judíos
europeos.
Por sus dimensiones apocalípticas, y por los huracanes
de violencia, de crueldad y de muerte que desató
sobre el mundo, la Segunda Guerra Mundial cambió
profundamente no sólo la geopolítica internacional
sino, muy simplemente, las mentalidades. Para las generaciones
que vivieron esa guerra y sobrevivieron a sus violencias,
ya nada podía ser como antes. Durante este conflicto
el hombre se sumergió en una suerte de abismo del
mal y, de alguna manera, llegó a deshumanizarse.
Muy particularmente en Auschwitz. Por eso era necesario
proceder, una vez terminada la guerra, a una regeneración,
una reconstrucción del espíritu humano. Una
rehumanización del hombre.
Tal como lo conocemos hoy, el mundo sigue estando fuertemente
modelado por el traumatismo causado por esta guerra. Se
han obtenido algunas enseñanzas, dos especialmente:
- en primer lugar, que es necesario evitar a cualquier precio
un conflicto de la misma naturaleza; lo que llevó
a la comunidad internacional a constituir, a partir de 1945,
un instrumento inédito: la Organización de
las Naciones Unidas (ONU), cuyo primer objetivo sigue siendo
impedir las guerras;
- en segundo lugar, que las teorías fascista y nacionalsocialista,
así como el militarismo imperial japonés,
siguen siendo culpables de haber arrojado al mundo al abismo
de una guerra tan abominable; y que los regímenes
políticos basados en el antisemitismo, en el odio
racial o en la discriminación constituyen peligros
no sólo para su propio pueblo sino también
para toda la humanidad. Esta es la razón por la que,
muy naturalmente, la Segunda Guerra Mundial fue seguida
del nacimiento de Israel y del gran despertar de los pueblos
colonizados de África y Asia.
Pero los propios vencedores parecen haber olvidado las enseñanzas
de esta guerra. Así, por ejemplo, la Rusia del presidente
Vladimir Putin se deshonra con su represión ciega
y su abuso de la fuerza en Chechenia. Y en Estados Unidos,
la administración del presidente George W. Bush utilizó
los odiosos atentados del 11 de septiembre como pretexto
para cuestionar el estado de derecho. Washington ha restablecido
el principio de la "guerra preventiva" para invadir
Irak, ha creado "campos de detención" para
prisioneros despojados de sus derechos y tolera la práctica
de la tortura.
Estas gravísimas desviaciones no impedirán
de ninguna manera a Putin y Bush ocupar el 8 de mayo el
primer lugar en el centro de las ceremonias en recuerdo
de la derrota del Tercer Reich. Pocos medios se atreverán
a recordarles que están usurpando ese lugar, por
haber traicionado los grandes ideales de la victoria de
1945.
1 Dominique Vidal, "Abandonar la tribu",
Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, marzo de
2005.
2 Eric Hobsbawm, Años Interesantes. Una vida en el
siglo XX, Editorial Crítica, Barcelona, 2003.
3 La Segunda Guerra Mundial enfrentó a los "Aliados"
(los Estados democráticos reunidos en torno a Estados
Unidos y el Reino Unido), así como la Unión
Soviética, con los países del Eje (Alemania,
Italia, Japón).
Berlin, mayo 2005
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