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El
13 de junio morían cerca de la ciudad marroquí
de Tánger seis niños y seis mujeres del Africa
Subsahariana al intentar cruzar ilegalmente el estrecho de
Gibraltar. Pretendían entrar en España. En el
norte de Marruecos aguardan miles de inmigrantes africanos
y magrebíes el momento oportuno para intentar burlar
la vigilancia de la fortaleza europea. El presente texto apareció
en Indymedia el día de la última tragedia.
Encontramos en Tánger a dos personas
totalmente en
estado de shock por la muerte esta noche de mujeres,
niños y hombres del áfrica subsahariana en una
patera
que salió a veinte kilómetros de esta ciudad.
Uno de ellos había intentando formar parte de la
expedición pero el dinero para el viaje no había
llegado a tiempo, ”iban a enviarme desde mi país
de
origen una parte del dinero del viaje y mi familia en
Europa otra. Ahora no salen muchas pateras, el año
pasado por estas fechas había muchos viajes
preparados, pero este año no tenemos demasiadas
opciones. Llevo aquí en Marruecos dos años y
estoy
desesperado. Jamás podré volver atrás,
son ya varios
años de camino y es totalmente imposible. Sólo
existe
la opción de seguir adelante aunque ésta sea
el
suicidio. Marruecos es la muerte lenta, desapareces
como persona, te destruye el camino y el sufrimiento”,
declara D., que prefiere esconder su nombre y
nacionalidad y al que muchas veces hemos encontrado
pidiendo caridad en las calles de Tánger. Su hermano
está en España y a través de nosotros
se comunican,
las noticias que llegan del otro lado no son muy
alentadoras, el estado español cada vez pone las cosas
más difíciles pero para D. siempre será
mejor que el
infierno que vive en esta espera.
Nuestro segundo compañero no sabe aún si ha
perdido a
un familiar en el naufragio. Está nervioso, rabioso,
enfadado, a momentos llora y a otros grita. L. también
quiere esconder su identidad ”en realidad desde que
salí de mi país nunca me han considerado una
persona,
jamás, así que porqué a veces me preguntais
mi nombre
o mi nacionalidad. Sólo soy un negro, un moreno joputa
como me decía la guardia civil una vez que me deportó,
una mercancía con la que todos ganan dinero”.
L. lleva
mucho tiempo en el camino, tres años, salió
de su país
por problemas étnicos y religiosos, es licenciado en
ciencias políticas y está muy interesado en
seguir las
nuevas políticas migratorias de la unión europea.
Desde que le conocemos siempre nos pide documentación,
textos de leyes de extranjería… algo que le haga
salir
de esta locura, que le pueda explicar porqué le está
pasando todo esto.
”Los inmigrantes somos una mercancía, para Marruecos,
para Europa y los muertos ahora son la mercancía de
los periodistas y de las Ongs. para ganar dinero.
Ahora todo el mundo está preguntando qué pasa
con
estos pobres negros. Jamás, jamás, hemos recibido
ayuda aquí de una organización, jamás,
sólo hacen su
política para ganar el dinero que va a llegar de
Europa. Así que rogamos a estos mercaderes de muerte,
a estas Ongs. de despacho que guarden silencio por
respeto a nuestros hermanos muertos y nos dejen
tranquilos. Siempre con sus demandas, con su salir por
todos lados hablando en nuestro nombre, con sus
consignas de salvadores, sólo nos hacen la vida más
difícil.” En este momento L. se rompe totalmente.
Está perdido, se pregunta qué va a pasar con
los
muertos, es decir quién va a enterrarles, porque será
posiblemente la caridad de la iglesia la que se pueda
hacer cargo, como pasa siempre. Qué va a pasar con
los
vivos, porque serán posiblemente deportados a la
frontera con Argelia, a Oujda, a tierra de nadie,
después del trauma psicológico que han tenido
que
soportar. Cuándo L. podrá saber si su familiar
está
vivo o muerto, porque no tiene ni el derecho a
preguntar. Cuándo las familias en el país de
origen
podrán saber que sus hijos, hermanos, primos han
muerto.
Muchas preguntas que nos hacemos juntos en este
momento de reflexión y a las que les encontraremos
una
respuesta o una solución como tantas otras veces.
D. comienza a hablar de las mujeres, de los bebés
muertos y le duele el corazón al hacerlo. ”Las
mujeres
sufren mucho más, son las más débiles
y no tienen
opciones. Los embarazos llegan a pesar de que ellas no
quieren. No tenemos a veces acceso ni a la comida,
cómo vamos a tener acceso a los métodos
anticonceptivos. Y para la mujer el cuerpo es su única
salida para poder hacer el camino, para poder cruzar,
para romper esta frontera y conseguir su sueño sólo
tiene su cuerpo y eso es lo que utiliza. Cruzar con un
bebé es mucho más difícil, muchas mujeres
intentan
abortar y mueren, no hay sitios, no hay condiciones.
Pero vivir con un bebé en Marruecos es la muerte, aquí
estos niños no existen, no tienen ningún derecho.
Algunos tienen ya seis o siete años, las madres nunca
podrán hacer el camino hacia atrás, han nacido
en el
camino y no existen para ningún país.”
Hacemos una parada, un silencio y recordamos una
pequeña guineana que nos contaba que para pasar un
control de frontera las mujeres deben, delante de la
policía, quedarse en bragas y en sujetador, dejarse
hacer, y así pasan la frontera o se evitan
deportaciones. La niña de cinco años, que ha
nacido y
pasado toda su vida en el camino, había recibido estas
enseñanzas de su madre y de otras mujeres del grupo.
Por eso también nuestras carnes se abren cuando dicen
que las mujeres se embarazan para poder llegar a
Europa.
Porque todas ellas antes que inmigrantes son mujeres
que sufren violencia de género, la misma que sufren
otras mujeres del mundo en otras circunstancias y que
está agravada porque son inmigrantes, negras y pobres.
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Escribir el
recuerdo en el cemento.
Monumentos, parques y prácticas de la memoria
en Buenos Aires y Berlín. >>
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