Naomi Klein
y Avi Lewis en Buenos Aires
gentileza de lavaca.org
"Las fábricas recuperadas urbanizaron la
propuesta de los Sin Tierra"
Los canadienses autores de La Toma creen que la experiencia
de las fábricas recuperadas podría extenderse
a las empresas privatizadas en todo el mundo. Que su
legitimidad consiste en recuperar lo que pertenece a
la comunidad. Que se trata de uno de los movimientos
más radicales de la actualidad al devolverle
la noción de poder a las personas, y al cambiar
su idea sobre qué cosas son posibles. La democracia
directa y los riesgos para una idea que recorre al mundo:
Son probablemente los canadienses más
argentinos de los que se tiene noticia. Tienen una
relación profunda, sutil y afectiva con la
Argentina (país donde el afecto, la profundidad
y la sutileza no suelen gozar de excesivo éxito).
Sin embargo, al llegar a Buenos Aires
por pocos días, Naomi Klein y Avi Lewis tuvieron
que oficiar de turistas rasos. y se alojaron en un
hotel del Abasto que opera bajo un lema enigmático:
“The tango experience”.
El Abasto se ha convertido en una especie
de Submarino Amarillo protagonizado por un Carlos
Gardel psicodélico en las paredes del barrio,
con un shopping desmesurado en el medio. Ese lugar
fue una de las sedes del Festival de Cine Independiente
donde Naomi y Avi presentaron mundialmente La Toma
(The Take) sobre las fábricas recuperadas en
la Argentina.
Naomi Klein es una bella hija de
norteamericanos que huyeron de su país hacia
Canadá, huyendo también de la guerra
de Vietnam y del consumismo. Estudió, amó
ir a bailes y a centros comerciales como tantas otras
amigas, trabajó como vendedora de ropa, pero
su cabeza cambió cuando ocurrió una
matanza universitaria (14 chicas asesinadas por un
psicópata que odiaba a las feministas) que
le hizo pensar que el mundo es un lugar denso, y que
la publicidad le mentía cuando le garantizaba
la felicidad (ver La mirada de Naomi Klein sobre la
Argentina, en esta página).
Comenzó a investigar, se transformó
en activista, y saltó al mundo con un excepcional
ensayo con forma de crónica llamado No Logo.
El lugar común etiqueta a ese libro como “una
biblia antiglobalización”, definición
atendible si se piensa en Apocalipsis. (De todos modos
la señorita Klein no trabaja de santa ni de
profeta por lo cual conviene abandonar las comparaciones
bíblicas).
Avi Lewis fue una precoz estrella de
la televisión canadiense, condujo shows musicales,
pero su pasión apuntaba también a zonas
más calientes y menos cómodas: orientó
su fama hacia la denuncia, la investigación
y la intervención en una realidad que no suele
ser excesivamente melodiosa.
Se conocieron, se enamoraron, y formaron
una sociedad de información que los lleva de
aquí para allá, a los lugares donde
perciben señales de un mundo de más
libertad y justicia que intenta nacer, frente a un
mundo crecientemente desigual y embrutecido que no
se quiere morir.
Así viajaron a la Argentina,
después del 19 y 20 de diciembre del 2001.
Recorrieron, preguntaron, convivieron. Estuvieron
con las asambleas barriales, con los movimientos de
desocupados, con piqueteros e intelectuales de toda
laya, políticos, economistas, militantes, sociólogos,
utopistas, resignados, pobres, ricos y llegaron a
la conclusión de que querían hacer una
película.
Al intentarlo, terminaron enfocando
aquel aspecto que les pareció el más
descriptivo de tanta complejidad criolla: las fábricas
recuperadas. Así nació La Toma.
-¿Por qué eligieron las
fábricas como tema de la película?
NAOMI: Porque creo que las fábricas
son la alternativa más concreta de algo nuevo.
Teníamos planes muy ambiciosos de poder mostrar
un espectro muy amplio sobre los piqueteros, las asambleas,
las fábricas, pero empezamos a enfocar más
la visión porque queríamos contar una
buena historia. Y que esa historia combinara muchos
temas que están en discusión, como democracia
directa, democracia participativa, el derecho al trabajo
y las micro empresas como respuesta a la globalización.
Allí fue que sentimos que la
historia de las fábricas recuperadas era las
que mejor combinaban todo eso.
La cuestión es que cuando llegamos
a la Argentina, las asambleas vecinales eran muy fuertes,
y también los movimientos piqueteros. Ahí
es cuando decidimos hacer la película. Volvimos
a casa, a Canadá, juntamos el dinero y el equipo,
volvimos varios meses después, y encontramos
que el movimiento asambleario había decaído
mucho, y que varios movimientos piqueteros estaban
en una crisis política con relación
al gobierno. Mientras tanto, el movimiento de fábricas
ocupadas estaba creciendo y expandiéndose.
Pero además, el objetivo de la
película desde el principio era centrarse en
alternativas. Mostrar que hay respuestas, que hay
otras formas de manejar una economía. Y eso
significa hablar de producción. No es suficiente
plantear teorías. Hay que empezar a ver los
ejemplos de producción de una economía
alternativa.
-Además de la producción
material, ustedes parecen percibir allí la
producción de una nueva forma de política.
NAOMI: Sí, creo que es cierto.
No es el único lugar donde se observa una nueva
manera de hacer política, pero allí
existe esa combinación de democracia directa
en el proceso de decisiones asamblearias, con el espíritu,
el derecho a tomar medidas para satisfacer las necesidades
de supervivencia. Son los dos temas que unen lo que
llamaríamos nuevas políticas alrededor
del mundo.
Y se ven esos dos elementos en
muchos lugares y movimientos distintos, pero creemos
que se unen de manera muy poderosa en el movimiento
de fábricas recuperadas.
-La Toma entonces se refiere a la toma
de fábricas, pero también a la toma
de decisiones sobre la propia vida.
NAOMI: Sí, creo que hay muchos
significados distintos. Tomar decisiones, medidas,
tomar lo que nos corresponde y es nuestro. Recuperar
activos públicos. Redefinir incluso lo que
es público y lo que es privado.
Pero también se trata de un nuevo
espíritu que atraviesa al nuevo activismo alrededor
del mundo. Vi en Sudáfrica, en una protesta
durante la cumbre mundial sobre desarrollo sustentable
y contra la privatización del agua, un cartel
muy simple y mal escrito que decía: “No
pidas. Toma”. “Dont ask, take”.
Es un desafío a la forma tradicional de hacer
política en ese país, en mi país,
y acá también. Por un lado, se presiona
al gobierno, se hace un petitorio, se pide para hacer
valer los derechos de uno. Pero hace mucho que ese
modelo no funciona. Así que lo que vemos alrededor
el mundo, con el Movimiento Sin Tierra en Brasil,
las fábricas aquí, es que la gente ya
no pide, sino que toma lo que es suyo. Hay un conflicto
–incluso legal- entre el derecho a la propiedad,
y estos otros derechos. En Brasil, por ejemplo, hay
leyes que dicen que la tierra no productiva puede
ser ocupada y puesta a producir. En mi país,
se dice que la gente tiene derecho a la vivienda,
aunque no tenga casa. En Sudáfrica la constitución
dice que todos tienen derecho al agua. Pero en la
práctica estos derechos no se respetan y lo
que se aplica es el derecho a la propiedad privada
con pleno apoyo del poder estatal.
Entonces plantear “No pidas, tómalo”,
no significa robar, sino tomar lo que es nuestro pero
se nos está negando.
-El derecho al trabajo, por ejemplo.
Algo llamativo es que quienes han protagonizado esta
recuperación de fábricas en la Argentina
no son obreros “concientizados” al estilo
de lo que suele reclamar la izquierda.
NAOMI: Es que creo que este proceso
desafía la idea misma de quién es y
qué es la izquierda. Hay gente que reclama
para sí ese cartel y esa marca, pero creo que
cada vez más ese cartel y esa marca no son
coherentes con las personas que realmente están
tomando las medidas que están cambiando las
vidas, cambiando al mundo y creando precedentes para
cosas nuevas.
En realidad no sé siquiera cómo
hablar de esto sin meterme en problemas (se ríe).
Pero creo que el debate sobre la izquierda
ya es irrelevante, porque lo principal para alguien
a quien le importe la justicia social es entender
quién está actuando, y quién
está simplemente hablando.
Lo interesante es que hay teoría
que está creándose desde estos nuevos
movimientos sociales. Pero es un tipo de teoría
que primero está testeada en una acción
concreta. Si funciona en la práctica, sobrevive
como teoría. Entonces, si la democracia directa
es una manera efectiva de manejar una fábrica,
sobrevive como teoría.
-O sea que el carácter radical,
o de izquierda, o como se lo quiera llamar, no depende
de los discursos o programas, sino de las acciones
concretas.
NAOMI: Sí. Todo puede empezar
con una necesidad práctica de un grupo de personas
de salvar su empleo. Pero ese acto luego genera la
necesidad de otra serie de actos, incluyendo el cambio
de las leyes, y de una nueva relación con el
poder.
Si consideramos a Brasil y la reforma
agraria, creo que el movimiento de fábricas
recuperadas ha urbanizado la propuesta del MST (Movimiento
Sin Tierra). Hasta usan el mismo eslogan: ocupar,
resistir y producir. Son la versión urbana
de lo que postulan los Sin Tierra. Ahí es muy
claro que al ocupar la tierra y ponerla a producir,
se empiezan a satisfacer las necesidades básicas
de tu familia, pero eso tiene que ir de la mano con
la lucha por la reforma agraria. Y creo que lo mismo
es cierto aquí.
Tiene que haber cambios radicales en
las definiciones de propiedad privada, de quiebra,
en la relación con las corporaciones multinacionales,
para que esto crezca y sea sustentable.
-Otra vez la paradoja. La recuperación
de empresas es vista con hostilidad por la derecha,
pero también por la izquierda que rechaza el
modelo de las cooperativas y plantea que Brukman es
un fracaso, pese a que los trabajadores recuperaron
la fábrica y están produciendo.
NAOMI: Realmente son pequeños
grupos de personas protegiendo su propio poder, su
propia relevancia, y su auto percepción como
sujetos importantes con respecto a la evolución
de la clase trabajadora. Hay mucha gente acostumbrada
a hablar a favor de la clase trabajadora. Es una larga
historia de gente de clase media hablando desvergonzadamente
sobre los trabajadores y las masas. Pero cuando la
clase trabajadora empieza a hablar y a actuar por
sí misma, desarrollando sus propias ideas y
sus propias teorías, se convierte en una amenaza
enorme para los que creen que la mejor forma de respetar
la historia de la izquierda es nunca tener una nueva
idea. (Se ríe) Otra vez estoy entrando en problemas.
-¿Qué cambios notaron
en los obreros con los que estuvieron en contacto
durante la filmación?
NAOMI: Vimos cambios muy grandes desde
el día de la ocupación. La primera transformación
tuvo que ver con la confianza y la dignidad. Había
mucha vergüenza en varios de los hombres porque
estaban sin empleo, o haciendo trabajos precarios
e informales, como cartoneros. Tenían incomodidad
en admitirlo, en hablar al respecto. Hay una escena
de la película que me impresionó mucho:
cuando ganan la Ley de Expropiación, y sin
embargo lloran.
Fue un momento muy extraño al
filmarlo. Esa escena la dirigí yo porque Avi
estaba en Neuquén. Yo esperaba que la gente
estuviera contenta. Pero no. Todos se desmoronaron.
Recuerdo que al día siguiente le dije a Avi:
“Pasó esto, y no sabemos por qué.
Y nuestros espectadores no van a entender por qué”.
Luego comprendí que lo que ocurrió en
ese momento es que habían estado conteniéndose
tanto tiempo en su rol como jefes de familia, tratando
de ser valientes y duros, que cuando finalmente ocurrió
algo bueno, eso les dio permiso para desmoronarse.
Allí pudimos entender mucho mejor
lo que habían estado atravesando, y logramos
poner algo de eso en la película para que el
público pueda comprenderlo. No están
llorando de alegría. Están llorando
porque finalmente tuvieron un poquito de espacio para
sentir cuánto estuvieron sufriendo. Así
que vimos cambios de ese tipo. No solo en ellos. También
en nosotros. Todos cambiamos. Y después de
esa victoria, la gente empezó a sentirse con
mucha más confianza para hablar.
Otro cambio muy fuerte, al vivir todo
lo que vivieron, es que lograron evitar que hubiera
nuevos jefes, nuevas jerarquías entre ellos.
Asumieron una democracia directa, en asamblea.
Me gustaría agregar algo sobre
esto. El momento más triste al observar la
evolución de cualquier movimiento político
o social es ver cómo estos movimientos nacientes
que están tratando de encontrar su propia voz,
nuevas formas de relaciones y de poder, dispersando
al poder concentrado y creando nuevas oportunidades,
se ven interrumpidos y saboteados por gente que no
tiene interés en la democracia.
Lo hemos visto en las asambleas vecinales
donde había un hermoso proceso. La gente se
reunía hablando con su propia voz, experimentando,
sin dogmatismo, y luego los partidos políticos
entraron y una vez más centralizaron el poder,
usando esa apertura para sus propios propósitos.
Todos vimos como coparon las asambleas
vecinales. Es gente que haría lo mismo con
las fábricas ocupadas, y que están interfiriendo
con las posibilidades de la democracia que se están
erigiendo, y las ven como una base política.
Creo que las fábricas están resistiendo
ese proceso, pero es una lucha difícil porque
también necesitan mucho apoyo. Todo el que
puedan conseguir. Así que hay cambios, algunos
positivos, y algunos retrocesos. Creo que sería
un poco ingenuo decir que todo es maravilloso.
AVI: Yo iría más lejos.
Diría que este es un momento totalmente crítico
para el movimiento de fábricas recuperadas.
Porque llegó a cierto nivel, hay mucha gente
trabajando, hay gente haciendo dinero, y ahí
aparecen los que quieren usarlo como base política.
La dificultad para los obreros, es que
ellos simplemente quieren trabajar. Y si hay un salvador
que viene a utilizar sus contactos políticos
para ayudarlos a recuperar sus fábricas, para
que logren contratos, o para evitar la represión,
por supuesto van a estar tentados de ir con él.
Pero el espíritu de la democracia
queda bajo una profunda sombra en este caso. Yo no
pretendo hacer creer que estas son cuestiones sencillas.
La gente necesita trabajar. Y este es un movimiento
pragmático, que tuvo éxito sin atarse
a ninguna ideología. Ha sido flexible para
elegir los senderos más convenientes. Es un
movimiento nuevo, con nuevas tácticas. Y siempre
encuentran nuevos caminos. Eso es fantástico,
y muy inspirador.
Pero hay también claramente
amenazas a la democracia del movimiento.
NAOMI: Y esa democracia directa es lo
que hace que el movimiento sea distinto. Las fábricas
ocupadas no son nuevas. En la película decimos
que ha habido fábricas ocupadas en Rusia o
Cuba. Lo nuevo es que no son manejadas por burócratas
estatales.
AVI: O caudillos.
NAOMI. Esto las diferencia de un estado
socialista fracasado.
AVI: Es un fenómeno del nuevo
autonomismo. La verdadera democracia de los obreros
en cada fábrica, eso es lo más inspirador
para la gente alrededor del mundo. Eso es lo más
radical, y lo más revolucionario.
Pero requiere una cantidad de coraje
increíble enfrentarse no solamente al Estado,
a los dueños, a la policía, a los jueces
y legisladores, sino también a cualquiera que
quiere entrar a una fábrica, dividir a la gente
y decirles qué es lo que deben hacer. Sea basado
en un partido político, o que estén
tratando de construir su propio poder a partir de
las fábricas. Eso es lo más triste que
hemos visto al regresar.
-Ustedes cuentan que cuando los acusaban
en Canadá y los Estados Unidos de no tener
propuestas alternativas que mostrar, se pusieron a
buscar y encontraron el movimiento de recuperación
de fábricas. ¿Creen realmente que son
una alternativa frente al actual modelo?
NAOMI: Sí. Representan un cambio
muy simple en la manera que pensamos. No es fácil
de hacer, pero la idea es tremendamente poderosa por
su simplicidad y por su versatilidad. No pidamos:
tomemos. Recupera lo que es tuyo. No es solamente
con respecto a las fábricas. Y creo que ya
está ocurriendo en varios países.
AVI: Primero, que la idea se está
diseminando. Empieza a verse en otros lugares de Latinoamérica.
Pero esto tiene mucho más potencial que simplemente
la táctica de tomar empresas y manejarlas colectivamente.
Ese potencial está en la manera en que este
movimiento propone un desafío: ¿Quién
es el dueño de la capacidad productiva de una
sociedad?
Este es el argumento de la propiedad
moral. Estamos en un momento de ganancias récord
de las corporaciones en todo el mundo, y tremendas
reducciones y achiques en países industrializados
y en desarrollo. Cada vez hay más subsidios
e incentivos para atraer inversores, porque todos
los países tienen que competir, y existe además
de un daño ambiental sin precedentes. Todo
eso es sufrido por la comunidad.
Entonces el argumento es que la gente
tiene un derecho legal a beneficiarse de las empresas
de su comunidad, que ellos han pagado muchas veces
a través del Estado, de los subsidios y de
las enormes ganancias que tienen esas empresas, que
a su vez muchas veces sólo causan perjuicios
a la comunidad.
La gente tiene un derecho a retomar
esas empresas que les han quitado tanto y que les
han devuelto tan poco.
Esa idea puede ser aplicada en muchos
contextos. No sólo con respecto a las fábricas
recuperadas.
-¿Por ejemplo?
NAOMI: Creo que vamos a verlo más
y más con respecto a los servicios, cuando
se reviertan las privatizaciones que han sido semejante
desastre en todo el mundo, no sólo aquí.
Hay empresas estatales vendidas muy baratas a empresas
privadas que todavía siguen siendo subsidiadas.
Ocurre con aerolíneas, con trenes, y la gente
se está hartando de tener que ayudar a mantener
a flote a estas empresas. Me parece que vamos hacia
un proceso de renacionalización. Pero la cuestión
es: ¿se puede renacionalizar de manera democrática?
-Lograr que las empresas sean verdaderamente
públicas.
AVI: El secreto está en la participación
de los empleados y de los usuarios.
NAOMI: Estamos pensando en esto hasta
en Rusia. Algunas de las primeras privatizaciones
que fueron tan corruptas, ahora están siendo
cuestionadas por Putin, que también es un corrupto,
pero se dio cuenta de que la gente se está
enojando mucho.
-La paradoja es que esos servicios
podrían ser más eficientes en manos
de los trabajadores, que en manos de los que hablan
de eficiencia.
NAOMI: La gente que habla de eficiencia
ya tuvo su década. Ya tenemos un prontuario
sobre ellos. Hay algo interesante. Yo vengo de Irak,
donde están tratando de imponer, allí
también, este modelo. Irak ha estado muy aislado
durante 35 años bajo Hussein, y tienen muy
poca información sobre privatizaciones, pero
aún así cuando los norteamericaos llevaron
a los rusos para decirles qué gran idea era
vender todos sus activos estatales empezando por el
petróleo, los iraquíes les contestaron
que se fueran al carajo.
-Además de las amenazas externas,
ustedes observan una situación de peligro interno
para las fábricas si son utilizadas políticamente.
¿Se refieren a la cooptación por parte
del Estado? ¿Y cómo se combate?
AVI: Después de ocupar, resistir
y producir, hay que volver a resistir otra vez. Los
procesos de resistencia deben continuar. Un obrero
nos dijo que es difícil recuperar una fábrica,
pero más difícil aún es recuperar
a la gente que trabaja allí. El objetivo no
es sólo recuperar una empresa, sino la acción
colectiva. Y el objetivo es también superar
generaciones de un individualismo que solo garantiza
que permanezcamos divididos. Pero no quiero volverme
muy abstracto. En la práctica, una fábrica
ocupada significa que debe tener una asamblea abierta,
que es ahí donde deben tomarse las decisiones,
y tiene que ser verdaderamente democrática.
Quiere decir que debería haber
debate, debería haber discusión, y todo
eso debería ocurrir abiertamente.
Aquí en la Argentina mucha gente
recuerda lo que ocurrió en la resistencia a
la dictadura, cuando todo tuvo que ser secreto. Tenemos
amigos con los que hemos hablado mucho, que cuentan
que cuando el proceso de decisión es secreto
y clandestino, es más corruptible.
Cuando las discusiones son a cielo abierto,
es más difícil que exista corrupción
o manipulación. Puede ser menos eficiente actuar
así, más agotador. A veces desmoralizador,
a veces euforizante. Pero es real. Y es la única
esperanza. Lo que vimos en Zanón, aunque hay
contactos con partidos políticos y líderes
que pertenecen a partidos políticos, es que
las asambleas son las que le dicen a los dirigentes
lo que tienen que hacer. Los dirigentes ganan unas
y pierden otras.
NAOMI: Pero están más
comprometidos con la democracia que con su ideología
particular.
AVI: No es solamente una cuestión
de afiliación, sino de apertura a la democracia
y a la diversidad de opiniones. Aún en un lugar
en el que la dirigencia esté absolutamente
afiliada a un partido político, puede haber
más democracia que en una fábrica en
la que los dirigentes tienen su propia agenda política,
pero se niegan a reconocerla.
NAOMI: Creo que Zanón es uno
de los ejemplos más inspiradores del mundo
en estas luchas entre partidos políticos, intelectuales
que opinan, y la gente que hace el trabajo. Es todo
abierto. Surgen problemas, pero creo que es una comunidad
más pequeña, y eso influye. Mi sensación
es que la gente se comporta de una manera distinta
que en las ciudades grandes.
Cuando estás en una ciudad enorme
siempre podés hacer de cuenta que nunca vas
a volver a ver en tu vida a la persona con la que
estás hablando. Se puede decir cualquier cosa.
Podés comportarte de maneras muy destructivas,
porque esta ilusión de que te podés
perder en la multitud.
Y hay mucho más espacio para
volverte cerrado en tu facción. Pero hay algo
en el tamaño de Neuquén: no importa
que la gente sea del MTD, trotskista o peronista:
saben que se van a cruzar con todos en el supermercado
más tarde. Entonces todos se comportan sabiendo
eso. Creo que tiene que ver con la civilidad. O la
convivencia.
-Lo que se nota en el Alto Valle es
que cuando hay problemas, tiran piedras todos juntos.
NOMI: (riéndose) Se ve un espíritu
de comunidad. Y la gente que vive en comunidades reales
tiene más experiencia de cooperar, y si la
cooperación es lo que está en el núcleo
de esta lucha, tiene sentido que les salga mejor.
-Ustedes conocen mucho de los movimientos
sociales argemtomps, donde se notan dos cosas. Un
ambiente interno un poco melancólico y depresivo
–the tango experience- y del otro lado, muchos
extranjeros llegan y se entusiasman al percibir signos
de vitalidad y potencia transformadora. ¿Ustedes
donde se ubican?
AVI: No quiero ser centrista, pero sentimos
una mezcla de ambas cosas. Uno de los roles que podemos
jugar constructivamente como extranjeros consiste
en venir sin tango en el corazón, y contarles
todo lo que vemos.
Y aquí nos dirán siempre
que somos unos ingenuos, que no sabemos de qué
hablamos, que no comprendemos la historia y que somos
imperialistas culturales que no tenemos derecho a
contarles a ustedes cuál es su realidad. Pero
la película es una expresión de nuestro
permanente asombro, la motivación y la esperanza
que nos genera lo que está ocurriendo aquí.
Por viajar por tantos países
podemos ver que aquí hay sin duda nuevas formas
de organización, nuevas maneras de mirar el
mundo, que están emergiendo y que tienen que
ser compartidas con el resto del mundo, más
allá de que creas que su destino puede ser
trágico.
Eso no significa que no nos impregne
el tango cuando venimos, nos ponemos tristes cuando
vemos las dificultades que hay para emerger.
Pero yo creo que estos momentos,
tales como el 19 y 20 de diciembre, momentos como
estos años de crecimiento del movimiento de
fábricas recuperadas, cambian a la gente. Cambian
su idea de lo que es posible. Y esa puede ser la idea
más radical que no pueda imaginar. Lo que ocurre
con las fábricas, lo que ocurrió el
19 y 20, es lo que todavía puede ocurrir todos
los días en la Argentina.
-Lo que muestran ustedes entonces es
a las fábricas como una cuestión de
poder: no como lugar de privilegio y dominio, sino
como capacidad de hacer cosas y transformar la realidad.
AVI: Claro, se trata exactamente de
una palabra que ustedes usan: protagonismo. No existe
con un sentido equivalente en inglés. Pero
es una idea muy fuerte en el corazón de la
lucha de las fábricas. Los protagonistas son
los trabajadores. Son ellos los que van a cambiar
su futuro.
Esa idea de que pequeños
grupos de personas tienen poder para cambiar sus circunstancias
en la esfera en que trabajan y viven, sin esperar
a un caudillo o a un salvador, y que toman poder para
compartirlo entre ellos, esa es una noción
muy distinta del poder, y una cosa muy importante
en esta época.
AVI: Yo veo el riesgo en que en el
movimiento hay facciones. Me hablan de las fábricas
“del PTS” (Partido de Trabajadores Socialistas
al que pertenece, por ejemplo Raúl Godoy, de
Zanón), o de fábricas “de Murúa”
o “de Caro” (presidentes de los dos movimientos
que más empresas y fábricas recuperadas
congregan). ¿Es así? ¿En qué
sentido una fábrica es de uno de ellos? Si
las fábricas son de alguien, o de un partido,
entonces tenemos problemas.
NAOMI: Cuando hablamos con los obreros
ellos se identifican con los obreros de otras fábricas
recuperadas, y están en contra de cualquier
intento de mantenerlos divididos.
Por ejemplo la película
muestra que los trabajadores de Forja estaban muy
interesados en lo que pasa en Zanón, aunque
pertenezcan a sectores distintos. Y Matilde, de Brukman,
dijo “cuando vi en la película que los
muchachos también lloraban entendí que
somos parte de la misma lucha”.
Tienen diferencias, pero lo más
importante que tienen son sus semejanzas.
AVI: Creo que cada vez más
los obreros deberían visitarse y conocerse
entre sí. Así se rompen los estereotipos.
Algunos dirigentes de los movimientos me habían
dicho que en Zanón eran todos troskistas, que
la situación en la fábrica era autoritaria
y poco democrática. Encontré algo totalmente
diferente. Había algo de verdad, pero lo habían
convertido en el todo. Lo mismo puede pasar con cosas
que se digan sobre Ghelco, Lavalán, Chilavert,
o cualquier otra. Esa es otra lucha que se puede vencer:
sólo se trata de lograr que los obreros se
conozcan entre sí, para romper los estereotipos
y los prejuicios. Es cierto: lo más valioso
que tienen son sus semejanzas.
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