Por:
DR. FEDERICO FASANO MERTENS *
Nota publicada en RedVoltaire.net
Del incendio del Reichstag
al martes negro 11 de setiembre, pasando por la demolición
de la ONU y el Lebensraum petrolero, culminando con
la formidable blitzkrieg dirigida por la Luftwage
más mortífera de todos los tiempos para
ocupar Irak. ¿Habrá acaso también
una nueva Cancillería en ruinas?
El señor embajador de los Estados
Unidos de Norteamérica en Uruguay, Martin Silverstein,
hace unos pocos días me envió un comunicado
acusando al diario La República, publicación
que me honro en dirigir, de carecer "de toda
medida de integridad periodística" por
comparar a su presidente, George Bush con el canciller
del Tercer Reich alemán, Adolfo Hitler.
No pude contestarle antes porque el
acto de piratería internacional que su país
cometió al atacar con la más formidable
maquinaria de matar que recuerde la historia universal,
a un pueblo indefenso y casi desarmado, me obligó
a destinar más tiempo que el rutinario en la
preparación de las ediciones especiales sobre
la matanza. También me encontraba ocupado en
hacer condenar penalmente a torturadores uniformados
que fueron entrenados en EEUU y que me estaban calumniando,
tarea esta que llevé a cabo con éxito
en estos días.
Cuando el embajador me visitó
hace no mucho tiempo en mi despacho comenté
con mis colaboradores que él era el embajador
de EEUU más inteligente, perspicaz y humorista
que había conocido. "Por fin -dije-, un
representante del imperio con el que se puede discutir
ideas fuera de los insulsos y aburridos clichés
con que nos intoxican en las reuniones que nos toca
compartir".
Pero, lamentablemente para el embajador,
su sagacidad no le impidió la desdicha de tener
que representar al presidente 43 de su nación,
George Bush (hijo), un fanático paranoico,
intoxicado de mesianismo, con menos luces que una
babosa, borracho de poder como antaño fue borracho
de alcohol y condenado legalmente por ello el 4 de
setiembre de 1976 cuando conducía ebrio y a
toda velocidad su automóvil, amonestado también
por el famoso predicador Graham que le dijo: "Quien
eres tú, para creerte Dios", militante
de la Christian Right, la derecha cristiana tejana
y sudista, un racista enamorado de la pena de muerte,
sobre todo contra los negros, en fin, el peor presidente
norteamericano de la última centuria, el que
mayores tragedias desencadenará sobre su propio
pueblo, la contracara del homo sapiens, la encarnación
del homo demens.
Y además misógino, como
buen racista. Nadie puede olvidarse de las humillaciones
públicas a las que somete a su esposa Laura
Bush. No es fácil de olvidar el malestar de
Laura cuando el presidente explicó a la prensa
que su esposa no lo estaba acompañando ese
día "porque ha llovido y ella necesitaba
barrer la entrada, porque mañana recibiremos
al presidente de China, Jiang Zemin, en nuestro rancho
de Crawford (Texas)".
Su compatriota, el anciano escritor
Kurt Vonnegut no dudó en calificarlo del "más
sórdido y patético golpista de opereta
que es dable imaginar".
Pero vayamos al corazón del incidente.
Que se quede el embajador de EEUU con su patética
desventura de tener que defender al más delirante
de los habitantes de la Casa Blanca y a mí
con el honor de procesarlo con las armas de la palabra.
El tema es la comparación entre
Adolfo Hitler y George Bush.
Obvio es que existen diferencias. La
primera de ellas es que el criminal de guerra, genocida
del pueblo judío y del pueblo soviético,
ganó por abrumadora mayoría los comicios
alemanes, mientras que el criminal de guerra, genocida
del pueblo iraquí llegó al poder en
forma fraudulenta, en medio del mayor escándalo
electoral de la historia norteamericana.
Desde el punto de vista teórico
la comparación entre Bush y Hitler es correcta.
Los cientistas han definido al nazismo como la dictadura
terrorista del capital financiero en expansión.
Bush al ponerse al margen de la ley e invadir a una
Nación indefensa que no lo agredió,
para quedarse con su riqueza petrolera, la segunda
mayor del mundo, y anunciar que después le
seguirán otras Naciones petroleras, se acercó
a la definición de dictadura terrorista del
capital financiero. Aunque no le guste aceptarlo.
George Bush ya llevaba en sus genes
la raíz nazi.
Su abuelo, Prescott Bush, era socio
de Brown Brothers Harriman y uno de los propietarios
de la Unión Banking Corporation. Ambas empresas
jugaron un papel clave en la financiación de
Hitler en su camino hacia el poder alemán.
El gobierno norteamericano ordenó el 20 de
octubre de 1942 la confiscación de la Unión
Ranking Corporation propiedad de Prescott Bush e incautó
además la Corporación de Comercio Holando-Estadounidense
y la Seamless Steel Corporation, ambas administradas
por el banco Bush-Hamman. El 17 de noviembre de ese
mismo año, Franklin Delano Roosevelt confiscó,
por violación a la ley de comercio con el enemigo,
todos los bienes de la Silesian American Corporation
administrada por Prescott Bush. El bisabuelo de nuestro
George, el guerrero de Dios, Samuel Bush, padre del
nazi Prescott Bush, fue la mano derecha del magnate
del acero Clarence Dillon y del banquero Fritz Thyssen,
quien escribió el libro I Paid Hitler (Yo financié
a Hitler), afiliándose en 1931 al partido nazi
(Partido Obrero Nacional Socialista Alemán).
Y si el señor embajador tiene
alguna duda sobre la espuria alianza de los Bush con
Hitler le ruego leer el lúcido ensayo de Víctor
Thorn. Dice Thorn: "Una parte importante de los
cimientos financieros de la familia Bush fue constituida
por medio de su ayuda a Adolfo Hitler. El actual presidente
de Estados Unidos, así como su padre (ex director
de la CIA, vicepresidente y presidente), llegaron
a la cumbre de la jerarquía política
norteamericana porque su abuelo y padre y su familia
política ayudaron y alentaron a los nazis".
Todo esto sin contar las estafas y desfalcos de la
familia Bush por cuatro millones y medio de dólares
al Broward Federal Savings en Sunrise, Florida, o
la estafa a millones de ahorristas del Banco de Ahorros
Silverado (Denver, Colorado).
Bisabuelo nazi, abuelo nazi, padre que
no tuvo tiempo de ser nazi porque ya Hitler se había
suicidado en los jardines de la Cancillería
en ruinas, aunque se benefició de la fortuna
mal habida de sus ancestros.
Pero no condenemos a nuestro homo demens
por sus genes siniestros.
Juzguémoslo sólo por sus
obras. Y comparemos. Sólo comparemos.
¿Cómo cree el señor
embajador, que el delirante cabo austríaco
alcanzó la suma del poder público? Porque
Hitler llega al poder en elecciones limpias pero se
encuentra con la Constitución de Weimar que
le impone límites que su omnipotencia le impide
aceptar. Planifica entonces el incendio del Reichstag
y en una sola noche es ungido el decisor de la guerra
o la paz.
¿No le resultan conocidos esos
hechos al señor embajador?
La criminal demolición de las
Torres Gemelas trajeron los mismos lodos que el incendio
del Reichstag.
Obviamente no voy a cometer la osadía
de afiliarme a la tesis de los que acusan al grupo
belicista bushiano de haber orquestado esa masacre
o no haberla impedido cuando sabían que se
preparaba.
No hay pruebas contundentes para tamaña
afirmación aunque sí, múltiples
indicios de negligencia culpable o vastas sospechas
que son alimentadas por una férrea censura,
sin precedentes en la democracia norteamericana moderna.
Algún día, cuando el pueblo
norteamericano recupere totalmente la libertad de
información e investigación sobre el
martes negro del 11 de setiembre, hoy acotadas por
la ley patriótica aprobada con el único
voto en contra de una mujer, símbolo de la
dignidad nacional norteamericana, se podrá
saber por qué desoyeron los numerosos indicios
y huellas dejadas por todo el país anunciando
el magnicidio. Se podrá saber por qué
demoraron 80 minutos en despegar los aviones militares
para interceptar las aeronaves secuestradas cuando
de inmediato se supo que los aviones comerciales que
habían despegado de Boston habían sido
secuestrados y se dirigían a Washington, cuando
el manual prevé la intervención de la
Fuerza Aérea en caso de secuestros, en menos
de 5 minutos.
Se podrá saber por qué
se ocultaron los restos del presunto avión
que impactó en el Pentágono. Se podrá
saber por qué el director del servicio secreto
paquistaní inmediatamente después de
reunirse en Washington con Tenet, el jefe de la CIA
norteamericana, dispuso, y así lo informa el
diario conservador The Wall Street Journal, que Islamabad
girara a EEUU la suma de cien mil dólares para
Mohammed Atta, jefe del operativo suicida contra las
Torres Gemelas de Nueva York. Sobre este dato aterrador
está prohibido investigar al suspenderse las
libertades civiles en EEUU a partir de la Ley Patriótica.
Se podrá saber, en fin, por qué
15 de los 21 integrantes de los comandos suicidas
eran originarios de Arabia Saudita, el principal aliado
de los EEUU en el golfo Pérsico. No había
ni un sólo iraquí. Ni por casualidad.
Pero más allá de las sospechas,
no hay duda que el descontrolado presidente número
43 de EEUU, ungido en elecciones fraudulentas, en
medio de una impresionante recesión sin salida
a la vista, con el más bajo nivel de popularidad
inicial en un mandatario, pasó a dominar todo
el escenario, a recibir poderes inconcebibles en una
democracia, siendo coronado Emperador vindicator para
lavar la afrenta que los bárbaros infringieron
a su pueblo.
El incendio del Reichstag americano
del 11 de setiembre brindó la gran oportunidad
de su vida a George Bush.
La peor victoria electoral en EEUU de
un presidente desde 1876 hasta nuestros días
se transformó en la mayor posibilidad histórica
recibida por belicista alguno para imponer al mundo
el nuevo orden norteamericano.
Así como Hitler lo primero que
hizo fue rodearse de una pandilla de fascinerosos
como él, fanatizados por el poder de la fuerza,
como Goering, Goebels, Himmler, Mengele, Eichman,
el presidente texano buscó la coraza protectora
de una guardia de hierro, por momentos más
belicista que él, que le impiden la tentación
de la duda y que portan como él una marca en
el orillo: todos son petroleros. El vicepresidente
Dick Cheney estuvo en el grupo Halliburton Oil, el
jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld en la petrolera
Occidental, la Consejera de Seguridad Nacional, la
solterona despiadada Condoleeza Rice, que por una
broma de la vida su nombre significa "con dulzura",
integró el directorio de Chebron y tiene buques
petroleros con su nombre. También la secretaria
del Interior, Gale Norton está vinculada al
petróleo como Bush padre también lo
estuvo en el grupo petrolero Carlyle y el actual presidente
Bush hijo en la Harkins Oil.
Este quinteto de la muerte que rodea
al guerrero Bush, una verdadera mafiocracia, al igual
que el quinteto que se fusionó con Hitler,
se nutrió de una Biblia muy especial.
En este caso la filosofía de
Hegel, Nietzsche, Schopenhauer, que le dio vida y
pasión al creador del holocausto del siglo
XX fue sustituida por especímenes menos cultos
y de menor prosapia intelectual, pero más pragmáticos
para el Hitler del siglo XXI.
¿Cuáles son los autores
de cabecera de esta pandilla belicista?
El bostoniano Henry Cabot Lodge afirmando
que "en el siglo XIX ningún pueblo igualó
nuestras conquistas, nuestra colonización y
nuestra expansión y ahora nada nos detendrá".
Marse Henry Watterson declarando que EEUU es "una
gran república imperial destinada a ejercer
una influencia determinante en la humanidad y a modelar
el futuro del mundo como no lo ha hecho nunca ninguna
otra nación, ni siquiera el imperio romano".
O Charles Krauthammer quien hace muy
poco, en 1999 escribió en The Washington Post:
"EEUU cabalga por el mundo como un coloso. Desde
que Roma destruyó Cartago ninguna otra gran
potencia ha alcanzado las cimas a las que hemos llegado.
EEUU ha ganado la guerra fría, se ha puesto
a Polonia y a la República Checa en el bolsillo
y después ha pulverizado a Serbia y Afganistán.
Y de paso ha demostrado la inexistencia de Europa".
O Roberto Kaplan señalando que
"la victoria de los EEUU en la segunda guerra
mundial, al igual que la de Roma en la segunda guerra
púnica, la convirtió en una potencia
universal".
O el conocido historiador Paul Kennedy
explicando que "ni la Pax Británica, ni
la Francia napoleónica, ni la España
de Felipe II, ni el Imperio de Carlomagno, ni siquiera
el Imperio romano pueden compararse al actual dominio
norteamericano. Nunca ha existido una tal disparidad
de poder en el sistema mundial".
O el director del Instituto de Estudios
Estratégicos Olín de la Universidad
de Harvard, profesor Stephen Peter Rosen afirmando
que "nuestro objetivo no es luchar contra un
rival, porque éste no existe, sino conservar
nuestra posición imperial y mantener el orden
imperial".
O el inefable Zbigniew Brzezinski declarando
que "el objetivo de EEUU debe ser el de mantener
a nuestros vasallos en un estado de dependencia, garantizar
la docilidad y la protección de nuestros súbditos
y prevenir la unificación de los bárbaros".
O el Presidente Wilson declarando en
pleno Congreso de la Unión que "le enseñaría
a las repúblicas sudamericanas a elegir buenos
diputados".
O el célebre Billy Sunday quien
definía a un izquierdista latinoamericano como
"un tipo con hocico de puerco espín y
un aliento que haría huir a un zorrino",
agregando que si él pudiera "los amontonaría
a todos en prisiones hasta que se les salieran los
pies por las ventanas".
Escuchemos ahora al actual vicepresidente
de los EEUU Dick Cheney y al secretario de Defensa,
Donald Rumsfeld, que junto con Dulzura Rice, forman
el triángulo belicista, más temible
que el de las Bermudas.
Dijo el vicepresidente Cheney ante esta
guerra santa: "EEUU no tiene que enrojecer por
ser una gran potencia y tiene el deber de actuar con
fuerza para construir un mundo a imagen de EEUU".
Mientras que el jefe del Pentágono fue más
claro, por si no lo entendimos. Rumsfeld dixit citando
la frase preferida de Al Capone: "Se consigue
más con una palabra amable y un revólver
que con sólo una palabra amable".
Este lenguaje que nutre la epidermis
y las neuronas de Bush es un lenguaje encrático,
autoritario, intimidante que conduce inevitablemente
a la perversión moral del fin justificando
los medios. La característica esencial del
lenguaje de la banda Bush, similar al lenguaje nazi,
es la simplificación, el reduccionismo y la
intimidación. El lenguaje de este grupo depredador
es un lenguaje esquemático, emocional, cargado
de prejuicios que incita a la exaltación de
los sentimientos más nobles del pueblo. No
tengo dudas que Bush se nutre del lenguaje nazi.
Bush no cree, como Hitler, en el Estado
de Derecho que no es el Estado que posee leyes sino
el Estado que se somete, él mismo, al imperio
de la ley y no puede transgredirla por ninguna causa,
y menos aún por la razón de Estado.
En nombre de la razón de Estado o de la Patria
o de la seguridad nacional se han cometido crímenes
abominables.
¿Qué diferencia entre
el edificio intelectual de Bush y el de Hitler, existen
en el escenario de la razón de Estado? No creo
que muchas. Salvo diferencias de estilos, épocas
y magnitud de fuerza y poder.
El discurso de la banda Bush es el discurso
del amo y del esclavo. No hay diferencias con el discurso
de la pandilla hitleriana.
Uno es más amable que el otro.
Aunque la historia está probando que el menos
amable fue menos mortífero.
Civilización, barbarie, pacificación
de los bárbaros, pueblo elegido y de ahí
a la raza elegida un solo paso. En fin ¿no
nos hace acordar todo esto al sicópata del
bigotito?
Y hablando del bigotito, es aleccionador
el relato que un influyente asesor de seguridad que
vive en Washington le contó a la revista argentina
"Noticias": "Para bien o para mal,
George Bush Jr. es el hombre indicado para esta guerra.
Nació para esto. La potencia que le viene de
adentro lo hace temblar. Cuando uno está hablando
con él en su despacho parece que se va a comer
al que tiene enfrente. Se sienta en el borde del sillón,
casi sin apoyarse y mueve los brazos como si no supiera
qué hacer con ellos. Necesita acción".
Vaya imitación de la gestualidad
del dictador nazi. Aunque nunca es lo mismo la flema
de un vaquero texano pistola al cinto que la de un
teutón cuasi epiléptico que se atraganta
con su furia y escupe al hablar y gesticular. El cuerpo
de Bush no escupe al hablar. Su alma, sí escupe,
odio y violencia y genera terror. Mas no le importa.
Debe haberse aprendido el "oderint dum metuant"
del emperador Calígula ("Dejen que nos
odien, basta con que nos tengan miedo").
La incontinencia emocional de Bush ya
es un clásico y como el Adolfo, no admite un
NO. Su esposa Laura Bush recordó a la prensa
que la primera vez que le dijo a su esposo que no
le gustaba uno de sus discursos, éste, muy
enojado, chocó su auto contra el muro de entrada
del garage de su casa.
Se siente como el numen nazi, un enviado
de Dios, a quien convoca en cuanta oportunidad se
presenta. Decretó que todas las reuniones de
su Gabinete se inicien con una oración religiosa.
Y dice haber consultado a Dios para atacar a Irak
despreciando la posición de la mayoría
de las naciones del planeta y del 90% de los seres
humanos. Trata de imitar al presidente William McKinley
invadiendo Filipinas para evangelizar a los nativos
y culpando a Dios que le dio la orden de entrar a
patadas en ese país.
Otra coincidencia en estas vidas paralelas,
que hubiera hecho la delicia de Plutarco, es que Bush
y Hitler se hubieran salvado de ingresar a la galería
de los grandes bufones de la historia, de haber tenido
un sicoanalista a mano. A ambos un buen sicoanalista
les habría ayudado a canalizar su libido hacia
menesteres más normales, sublimando el único
afrodisíaco que tanto Hitler como Bush conocen,
que es el poder omnímodo y cruel sobre los
demás.
Sigamos viendo las similitudes entre
el guerrero de la raza aria y el guerrero de Dios
como bien calificara Telma Luzzani, al exaltado texano.
Bush proclama urbi et orbe la guerra
preventiva. Dwight Eisenhower en 1953 no dudó
al respecto: "La guerra preventiva es un invento
de Adolfo Hitler, francamente yo no me tomaría
en serio a nadie que me viniera a proponer una cosa
semejante".
Pero ¿guerra preventiva contra
quién? Bien es sabido que la primera víctima
de una guerra es la verdad. Y Bush lo primero que
hace para fabricar su guerra preventiva, tras el incendio
del Reichstag, es mentir a lo Goebels a un grado tan
primitivo que nadie terminó creyéndole
algo. Primero dijo que Irak apoyaba a Al Qaeda. Cuando
se comprobó el odio irreconciliable entre Saddam
Hussein y el ex empleado de EEUU, Osama Bin Laden,
Bush apeló a incluir a Irak en la corriente
fundamentalista musulmana. Difícil de creer
en el país más laico del mundo árabe.
Apelaron entonces a la existencia de armas de destrucción
masiva. Afirmaron que Irak no iba a permitir las inspecciones
y cuando las permitió, aseveraron que no iba
a dejar entrar a la ONU en los Palacios y otros lugares
preservados. Cuando también se reveló
que tal negativa era falsa, dijeron que las armas
estaban bien ocultas. Finalmente no encontraron ni
una sola. Cuando todos los argumentos fueron sepultados
pidieron la renuncia o el exilio de Saddam Hussein
y admitieron la única verdad real: queremos
ocupar el territorio iraquí pese a quien pese
y decidir quién lo va a gobernar. Democracia
planetaria que le dicen. La misma operación
de desinformación que Hitler lanzó contra
Checoeslovaquia, Austria y Polonia. Las mismas excusas
que iban cambiando a medida que se derrumbaban.
Otra similitud es el desprecio por la
comunidad internacional y por la opinión pública
mundial. Hitler destruyó la Sociedad de Naciones
creada en 1919. Bush hizo trizas las Naciones Unidas,
concitando en su contra la mayor oposición
a un país desde la fundación de la ONU:
170 países no apoyan la guerra contra sólo
30, la mayoría de éstos sin peso alguno
y procedentes de la desarticulada Unión Soviética,
que se venden al mejor postor. A Bush, como a Hitler,
no lo paró ni la mayor derrota diplomática
de los EEUU desde que se fundó la ONU. A Hitler
jamás le importó el odio y el rechazo
de los pueblos del mundo entero. Bush intenta superar
al teutón. Las manifestaciones en su contra
sin precedentes en el planeta, son música guerrera
para sus oídos wagnerianos. Lo enfrenta el
espíritu de Seattle que fundó en 1999
el movimiento antiglobalizador y pacifista más
imponente de la historia universal. Nada lo detiene.
Indignaba ver el destrato de que hacía
objeto al jefe de inspectores de la ONU, Hans Blix,
con sus 75 años a cuestas, nacido en la maravillosa
y helada Uppsala de la Suecia socialdemócrata,
un digno seguidor de las tradiciones democráticas
del mártir, Olof Palme.
El desprecio hacia la gente y sus derechos
es el motor de su humanismo. Escuchemos al mariscal
Goering en el juicio de Nuremberg: "Naturalmente
la gente común no quiere la guerra, pero después
de todo, son los dirigentes de un país los
que determinan la política y siempre es un
asunto sencillo el arrastrar al pueblo. Ya sea que
tenga voz o no, al pueblo siempre se le puede llevar
a que haga lo que quieren sus gobernantes. Es fácil.
Todo lo que uno debe hacer es decirles que están
siendo atacados y denunciar a los pacifistas por su
falta de patriotismo y porque exponen el país
al peligro". Fue el nazi Goering el que lo dijo
en 1945, no fue George Bush. La diferencia entre Goering
y Bush es que el nazi lo dijo en alemán y Bush
lo dijo en inglés. La invasión de una
nación soberana que no lo agredió necesitaba
una legitimación ética aunque ilícita:
derrocar al tirano Hussein e imponer a sangre y fuego
un gobierno democrático y popular. Suena lindo,
aunque la comunidad internacional y sus normas sea
el precio que haya que pagar. Pero no es cierto. Nadie
duda que Saddam Hussein es un dictador siniestro que
ha asesinado a su pueblo y que su partido socialista
Baath, de socialista no tiene nada. Pero quién
puede creerle a Bush que va a instaurar la democracia
iraquí cuando sus predecesores menos nazis
que él, invadieron y ocuparon durante años
y años naciones soberanas e instalaron dictaduras
feroces que defendieron contra sus propios pueblos
como Somoza en Nicaragua, Duvalier en Haití,
Trujillo en República Dominicana. Tanto como
los regímenes títeres y despóticos
que impusieron los nazis en los países que
ocuparon, incluida la Francia antigaullista del mariscal
Petain.
Así como Hitler invadió
Europa en busca de su Lebensraum, de su expansión
territorial y de las urgentes materias primas que
necesitaba para el desarrollo alemán y la construcción
del nuevo imperio germano que vengara la afrenta del
Tratado de Versalles, Bush va en busca también
de su propio Lebensraum. Un Lebensraum que en el mundo
globalizado de hoy no se mide más por kilómetros
de territorios físicamente ocupados sino por
el dominio económico y político que
se ejerce sobre ellos dirigido a distancia desde los
centros financieros internacionales.
Los objetivos del nuevo Hitler son múltiples.
En primer lugar apoderarse del tanque de gasolina
del capitalismo mundial que no otra cosa es el Golfo
Pérsico. Bush sabe que en 10 años el
petróleo que produce su país, locomotora
productiva del mundo, se agotará irremediablemente.
En 40 años no existirá más petróleo
en el planeta. Es una carrera contra reloj. Según
Statistical Review disminuye en forma alarmante el
descubrimiento de reservas energéticas. La
última década creció sólo
un 5% contra el 45% de la década anterior.
El 65% de las reservas están ubicadas en Medio
Oriente. EEUU consume 20 millones de barriles por
día de los 77 millones que se producen a diario
en el mundo, de los cuales sólo 10 millones
es producido por los propios norteamericanos, que
dependen de los demás para seguir siendo una
potencia imperial. El objetivo del ataque a Irak,
segunda reserva mundial de petróleo, es controlar
esos depósitos, controlar su precio y controlar
su producción. Qué armas ocultas ni
qué otra cosa. Como dice Galeano, si Irak produjera
rabanitos en lugar de petróleo, ¿a quién
se le ocurriría invadir ese país?
Para Bush el petróleo está
servido. Falta sólo tomarlo. No sabe aun que
puede atragantarse.
La segunda jugada de Bush es disciplinar
a su aliado, Arabia Saudita, primer productor mundial
de petróleo y máxima reserva energética
del mundo, cuyos precios no le sirven a EEUU. El tercer
objetivo como reveló en febrero de este año
el subsecretario de Estado, John Bolton, es invadir
a Irán y a Siria, que forman junto con Corea
del Norte el "eje del mal", y si la coyuntura
es favorable, incluir a Libia en el santa santorum.
El cuarto paso es destruir la OPEP y apoderarse de
los combustibles fósiles del mundo. Si no expropia
los fósiles y no encuentra a tiempo alternativas
energéticas, el capitalismo norteamericano
deberá modificar el modelo de consumo de su
pueblo y con ello puede perder el punto de apoyo de
su hegemonía mundial. El quinto objetivo son
los suculentos negocios de la reconstrucción
de Irak sobre el que se lanzaran muchas de las 500
transnacionales que dominan el mundo, la mayoría
norteamericanas. No menos importante es el sexto objetivo,
que se nutre en las enseñanzas de lord Keynes,
utilizando la industria bélica para superar
la honda recesión en que está hundida
la economía norteamericana, con crecimiento
cero. No olvidemos que una guerra se gana no cuando
se impone la supremacía militar sobre el adversario
sino cuando se obtienen los réditos económicos
que son la razón última de su desencadenamiento.
No podemos dejar de mencionar un último
objetivo y quizás el más importante
de esta guerra: imponer la supremacía del dólar
frente al euro que en los últimos tiempos le
está dando una paliza al dólar en frentes
inesperados, poniendo en peligro el privilegio del
peso norteamericano en la comercialización
del crudo. El dólar se depreció en los
últimos meses con relación al euro,
un 17%, cifras inimaginables desde la creación
de la moneda única europea. Incide en esta
depreciación la decisión iraquí
de pasar 10 billones de dólares de sus reservas
a la moneda común europea, provocando un sismo
en el dólar. Esta es otra de las razones del
ataque a Irak, intentando que un gobierno títere
haga retornar los 10 billones de dólares iraquíes
al área del dólar. También Rusia
está operando el petróleo en euros y
además Irán y varios países de
la OPEP están analizando si también
abandonan el dólar y se pasan al euro. Los
economistas estiman que si esto ocurre se producirá
una depreciación inusitada del dólar,
desplomándose el valor de los activos norteamericanos,
acercando al gigante con pies de barro a un colapso
económico como en la década de los 30.
La invasión tiene su antecedente
más raigal en la necesidad de un nuevo reparto
del mundo al fracasar los acuerdos de la tríada
(EEUU, Europa y Japón) en 1998 en la reunión
de la OCDE en París y en 1999 en la reunión
de la OMC en Washington. No hubo acuerdo en el reparto
del mercado mundial asediado por la disminución
del porcentaje del Producto Mundial Bruto que llegó
hasta el 50% concentrado en las manos de la tríada
y sus transnacionales al finalizar el siglo. El fracaso
del neoliberalismo en seguir manteniendo la máxima
tasa de explotación de las naciones dependientes,
la fatiga y la decadencia de la hegemonía unipolar
y la posibilidad no muy lejana de una crisis mundial
que transforme a la arrogante dominación de
hoy en una hegemonía en harapos, se encuentra
en las raíces de este acto de piratería
internacional.
Europa no aceptó los términos
del reparto y embistió con su euro. EEUU replicó
con la razón de las bestias y si logra el control
de los lagos negros tendrá crudo barato y abundante
mientras sus aliados lo recibirán caro y en
cuentagotas haciendo sufrir a sus economías.
Ese es el plan guerrero. La misma razón
de dominio económico que lanzó a Hitler
en los brazos de Marte, al grito de "ocupar,
administrar, explotar". De ahí a que Bush
pueda cumplirlo hay un gran trecho. Sobre todo teniendo
en cuenta que esta guerra por primera vez la afrontará
económicamente solo. La anterior invasión
a Irak, legitimada por la comunidad internacional,
la pagaron todas las naciones. Esta invasión
ilícita, crimen de lesa humanidad contra el
mundo civilizado, la pagará sólo EEUU
y un pequeño porcentaje, la Inglaterra del
renegado Blair. Y es mucho dinero. Suficiente como
para desestabilizar aún más al dueño
de la maquinita de fabricar dólares, instalada
en el Departamento del Tesoro de la nación
más endeudada del planeta: los EEUUde Norteamérica.
Trazados los objetivos reales, Bush
y su banda de halcones patentaron la estrategia militar
nazi: la famosa "Blitzkrieg" con que los
nazis asolaron Europa, en la modalidadde guerrarelámpagoconataquescombinados
de divisiones enteras de tanques Panzers apoyados
por oleadas de aviones y piezas de artillería.
Los tiempos cambiaron y la blitzkrieg nazi se transformó
en hiperblitzkrieg norteamericana, pero la modalidad
inventada por los mariscales de Hitler es la misma
que aplica Bush, aunque con una potencia de fuego
mil veces superior.
Otra similitud es la desproporción
de fuerzas. La invasión nazi a Checoeslovaquia
o a Polonia donde la caballería polaca se enfrentaba
a los tanques alemanes y era diezmada previamente
por la aviación, no es nada comparado con el
poder de fuego infernal de la más poderosa
trituradora tecnológica de la historia. Es
como si los polacos se defendieran con hondas frente
a la Luftwage de Goering. En la primera invasión
a Irak, los iraquíes tuvieron 120 mil bajas
contra sólo 137 norteamericanos muertos y 7
desaparecidos. Salvo la Guardia Republicana de Saddam,
el resto del ejército iraquí son famélicos
campesinos sin entrenamiento, ni tecnología,
ni armamento adecuado, el que se enfrentará
a más de 300 mil soldados entrenados año
tras año para matar sin dudar.
¿Qué puede hacer un país
que tiene un presupuesto militar de 1.400 millones
de dólares contra otro que destina 400.000
millones de dólares anuales en sus Fuerzas
Armadas? Y por si fuera poco Bush acaba de pedir otros
75.000 millones de dólares para la propina
de esta masacre. Promete a cambio que el botín
de guerra compensará con creces la inversión.
Antes de comenzar la matanza el ejército
iraquí fue desangrado como se hace con los
toros de lidia por los piqueteros apenas entran en
la arena, para que el matador corra menos riesgos.
Una década de sanciones económicas,
de embargos, carente de repuestos, sin aviones, con
escasos tanques, con pocas baterías antiaéreas
y sólo equipado con los viejos fusiles de asalto
AK 47, ha puesto de rodillas al toro iraquí.
El torero sólo tiene que hundir su espada hasta
el fondo y esperar la agonía.
Las últimas noticias del frente,
sin embargo, revelan que desangrado y todo, el toro
está dispuesto a vender cara su vida.
El vagabundo vienés devenido
en profeta de la raza aria, Adolfo Hitler, embistió
sin respetar los grandes tesoros de la humanidad,
destruyendo ciudades prodigiosas, culturas irrecuperables
y fantásticos monumentos creados por el hombre
a lo largo de los siglos.
Imitando al protegido de su familia,
George Bush entra a sangre y fuego en la cuna de la
humanidad, en el Mesos Potamos que así se llamaba
Irak hace 8 mil años, "tierra entre ríos",
donde se fundó el primer estado, la primera
civilización agraria y se inventó la
escritura cuneiforme. En la tierra de la legendaria
biblioteca de Nínive, la de la Torre de Babel,
la de los jardines colgantes de Babilonia, entre el
Eufrates y el Tigris, Bush se lanza inmisericorde
en la primera guerra preventiva del siglo XXI.
Deberá responder también
por los tesoros culturales que arrase. Su homo demens
tendrá que rendir cuentas al homo sapiens.
Como Hitler la tuvo que rendir ante la historia y
sus secuaces ante Nuremberg.
El señor embajador de los EEUU
en Uruguay, dice en su comunicado contra el diario
LA REPUBLICA, que está consternado por la comparación
de su presidente con Hitler, explicando que lo que
está haciendo Bush en Irak es lo mismo que
hizo EEUU al liberar a Europa del nazismo. Creo que
es un insulto a la inteligencia comparar al brillante
creador del New Deal, Franklin Delano Roosevelt, con
este energúmeno del poder que en nombre de
las ideas mata las ideas, pero con los hombres adentro.
Roosevelt ingresó a la guerra
con la legitimidad que le daban todos los pueblos
que se enfrentaron a la barbarie nazi, el primero
de ellos el pueblo soviético que ofrendó
en el altar del Moloch germano, 30 millones de sus
mejores hombres, mujeres y niños, que dieron
su vida para cambiar el curso de la guerra, hasta
ese momento victoriosa para el Tercer Reich.
Bush hace lo mismo que Hitler no lo
mismo que Roosevelt. Bush viola todas las leyes internacionales,
se enfrenta a las Naciones Unidas e invade al igual
que Hitler a una nación cuasidesarmada que
no lo agredió en momento alguno.
Conviene precisar además ante
la afirmación de que EEUU liberó Europa
y más allá de la heroica entrega de
vidas de los soldados norteamericanos en guerra con
el Führer alemán, que el ingreso a la
conflagración fue muy tardío, casi al
final del conflicto cuando ya Alemania estaba desgastada
por la resistencia soviética que enfrentó
sola al 95% del potencial bélico nazi concentrado
en el frente oriental. EEUU fue el único beneficiado
con la segunda guerra mundial. Durante y después
del conflicto. Durante, como bien explica Heinz Dieterich
en LA REPUBLICA, porque desarrolló lejos de
los campos de batalla su industria y agricultura aumentando
los salarios reales de 1941 a 1945 en un 27% generando
17 millones de nuevos puestos de trabajo y ofreciendo
en 1944 más productos y servicios a su población
que antes de la guerra.
Y después de la guerra cobró
diez por uno su participación, y en Yalta se
erigió como la potencia más fuerte del
planeta, desplazando a Inglaterra, aunque temiendo
a la Unión Soviética, su nuevo contrapeso
histórico.
Y así como decimos que es un
insulto comparar a Bush con Roosevelt conviene precisar
que tampoco confundimos a los padres fundadores de
la democracia norteamericana, esos héroes de
la libertad, a George Washington, a Abraham Lincoln,
a Thomas Jefferson, con este pedagogo del crimen,
patán de la muerte, que al hablar por televisión
no puede ocultar el gesto taimado de los cobardes.
Charles De Gaulle, ese valiente rebelde de la Francia
antinazi, le preguntaba al gran filósofo Jean
Guitton. ¿Qué es la cobardía
maestro? Y ese nido de sabiduría le contestaba:
"La cobardía, general, es buscar la aprobación
y no la verdad; las condecoraciones y no el honor,
el ascenso y no el servicio; el poder y no la salud
de la humanidad". ÁQué bien se
le aplica esta respuesta a nuestro nuevo Hitler que
dice defender los derechos humanos de los iraquíes
mientras se especializa en convertirlos en desechos
humanos!
Qué nos puede extrañar
esta conducta en un gobernante que se resiste a salvar
al planeta de la devastación negándose
a firmar los protocolos de Kyoto aprobados unánimemente
por la comunidad internacional. Un gobernante que
rechazó el control de armas bactereológicas
porque estimó que el acuerdo para evitar la
proliferación de estos arsenales era perjudicial
para su país. Un gobernante que exige a las
naciones independientes que firmen un documento en
el cual renuncian a su derecho a juzgar a ciudadanos
norteamericanos por delitos cometidos en el extranjero.
Un gobernante que se niega a firmar y a participar
en la Corte Penal Internacional creada recientemente
por la comunidad mundial para juzgar los crímenes
de lesa humanidad. En este rechazo a una institución
aprobada por más de 190 países y sólo
7 en contra coincidió su voto con el del invadido
Irak quien tampoco quiere que exista en el mundo una
Corte Penal integrada por 18 juristas independientes
para impedir legalmente que se sigan cometiendo los
crímenes de guerra que tanto los gobiernos
de EEUU y de Irak han cometido.
Qué se puede esperar de un gobernante
que en su propio país, cuna de tradiciones
democráticas, ha suspendido los derechos civiles,
ha instaurado la censura, las listas negras, la eliminación
del habeas corpus, derecho por el que dieron la vida
tantas generaciones, imponiendo los juicios clandestinos,
las cárceles secretas y el delito de opinión,
aproximando a su sociedad a la noche negra del macartismo
más anacrónico.
Pese a todo logra hoy una importante
mayoría silenciosa en su propio país
a favor del horror de la guerra, en medio de un gigantesco
apagón intelectual en la sociedad norteamericana,
empujada por la desinformación, la deformación
de la realidad como sistema, el legítimo dolor
del ataque criminal contra las Torres Gemelas que
segó la vida de 4 mil seres humanos, y por
un nacionalismo atizado por el tartufo de la Casa
Blanca. El nacionalismo y el falso patriotismo es
otro de los eslabones que unen a Bush y a Hitler.
Ese tipo de nacionalismo es el último refugio
de los canallas y se apoya en la cultura de los incultos.
Albert Einstein lo describía
bien: "El nacionalismo es una enfermedad infantil,
el sarampión de la humanidad".
Pero ya comienza a crecer, desde el
pie, desde la raíz, un movimiento popular,
en las mejores tradiciones civilistas del pueblo norteamericano,
para expresarse en las grandes ciudades, para parar
con la energía moral que da la razón,
a este asesino serial que está construyendo
la mayor iniquidad bélica de las últimas
décadas.
Y el pueblo norteamericano, aunque lentamente,
comienza a comprender que "la libertad no puede
ser fecunda para los pueblos que tienen la frente
manchada de sangre".
¿Quién se anima a parar
a este sicópata? Es la pregunta que circula
por todo el planeta.
Las Naciones Unidas no pudieron. La
OTAN tampoco. Sus aliados europeos fueron desairados
y humillados.
Pero, desde el fondo mismo de la historia
comienza a incubarse el antídoto. Todos los
imperios y sus profetas se han ido deslizando de victoria
en victoria hacia su derrumbe final. Y este imperio
y su emperador, al que poco le importa ganarse la
mente y los corazones de los pueblos del mundo, que
es sordo o finge demencia ante la inmensa rebelión
del sentido común, ante ese gran aullido de
las sociedades surgido del vientre exasperado de las
multitudes que se han lanzado a las calles en todo
el mundo clamando por la paz y el cese de la matanza,
no tendrá finalmente más remedio que
entender que en esta cruzada, al vencedor sólo
le pertenecerán los despojos.
Los hombres como Bush creen que los
crímenes se entierran. Está equivocado.
Los sobreviven.
La gente está harta de violencia.
Harta de las vendettas miserables de unos contra otros.
Y quiere poner fin al tiempo de los asesinos. Y si
la llevan a callejones sin salida, reaccionará.
El discurso siniestro del amo y del
esclavo termina casi siempre con la ferocidad del
esclavo que ya nada tiene que perder. Espartaco dixit.
La protesta no cede en todos los rincones
del planeta. No ha habido un imperio tan huérfano
de apoyo como el que encarna hoy este morfinómano
del poder.
Y este inmenso movimiento mundial contra
Bush sólo comparable al movimiento mundial
contra Hitler, tiene a su favor el clásico
estrabismo de los mesiánicos, que les impide
ver la realidad. El estrabismo es una disposición
viciosa de los ojos por el cual los dos ejes visuales
no se dirigen a la vez al mismo sujeto. Ven la realidad
deformada.
El murmullo de millones puede transformarse
en el brazo que pare esta locura.
No hay que tenerle miedo a estos gigantes
que ignoran las leyes de la historia. Aplican la astucia
más que la inteligencia. Ello los remite al
mundo dinosáurico. Esos gigantescos animales
que desarrollaron cuerpos enormes y una cabeza diminuta.
Cuando vino la hecatombe sus pequeñas cabezas
no pudieron inventar la mutación. Sí
lo hicieron los mosquitos.
Hay un refrán alemán que
refiriéndose a Hitler decía que "cuando
veas a un gigante, examina antes la posición
del sol, no vaya a ser la sombra de un enano".
No sabemos aún cuánto de gigante y cuánto
de enano tiene nuestro nuevo Hitler.
Recuerden a Gandhi, ese incendio moral
que alertó a las conciencias. Sólo con
su voz y su conducta por la no violencia puso de rodillas
al mayor imperio de su época.
Gandhi decía que lo más
atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio
de la gente buena. Ese silencio hoy no existe.
Todos los pueblos, de los países
ricos y de los países pobres, gobernados por
la derecha o por la izquierda, todos, todos, con excepción
del que habita en el país agresor, que comienza
ya a desperezarse, han tomado conciencia de que por
primera vez en el siglo XXI la guerra como una cruzada
irracional puede cambiar la humanidad. Sabe que una
guerra injusta es una catástrofe que paraliza
el encuentro del hombre con la humanidad. Y une sus
manos planetarias para decirle al sicario de la Casa
Blanca, que hay una vida y una raza menos sórdida
que la suya. Y que vale la pena ponernos de pie para
defenderla. Esa es mi respuesta, señor embajador.
Dr. Federico
Fasano Mertens
Director del Diario La Republica, 1410 AM Libre y
TV Libre.
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