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Por Osvaldo Bayer
Nota publicada en Pagina12.com, julio de
2005.
Sí, nada de sorprenderse. Aquí
en Alemania, en las tierras del papa
Ratzinger, ya nadie se sorprende. El Obispado de Aquisgrán
-una de las zonas
más católicas de Alemania- ha decidido aplicar
las costumbres del más
despiadado capitalismo con sus propios empleados laicos.
Como tiene un 17
por ciento de déficit en el presupuesto, nada mejor
que despedir a 150 de
sus empleados. Telegrama y ya está. Como una empresa
capitalista modelo.
> Los turistas que fueron a admirar ese portento de arquitectura
histórica
que es la Catedral de Aachen (Aquisgrán) se sorprendieron
cuando vieron
llegar una manifestación con pitos y tambores que
protestaba ante las
arcadas del templo de Dios. De los trescientos empleados,
la mitad debe ser
eliminada, se pronunció el vicariado general. Por
ahora, porque en sí el
plan es dejar 370 en la calle de un total de 1600 puestos
distribuidos en
todo el territorio del Obispado. ¿Cómo se
soluciona el problema? Pues
despidiendo. No rezando, como tal vez lo hubiera aconsejado
Ratzinger, el
papa.
Los demás empleados, a los cuales todavía
no les ha llegado el telegrama
maldito, demuestran su solidaridad con los condenados llevando
en el ojal de
la solapa, en señal de duelo, una plaqueta con el
color negro.
> ¿Pero cómo, después de tanto discurso
desde el púlpito y desde el Vaticano
pidiendo a los gobiernos que se preocupen por la vida y
trabajo de la gente,
ahora ellos dan el mismo ejemplo? ¿No puede haber
otras búsquedas, una
cooperativa de empleados, una asamblea que encuentre justicia
para todos y
no simplemente la patada legal en el trasero y andá
a arreglártelas como
puedas en esta sociedad carnívora?
La iglesia oficial responde: tenemos que ahorrar el 17 por
ciento del
actual presupuesto. A la palabra ahorrar, la Iglesia Católica
ha agregado la
palabra "estrictamente". Es que a pesar de que
el concilio romano eligió a
Ratzinger como papa, una ayuda para terminar con la huida
de fieles de la
iglesia alemana -que es la que más ayuda al mantenimiento
del Vaticano-, la
caída no tiene ningún atenuante. Los llamados
fieles se van. Hace poco, el
periodista Thomas Medicus expresaba en el Frankfurter Rudschau
toda su
indignación y dolor ante la aparición de equipos
de demolición que
comenzaron a tirar abajo la hermosa iglesia de San Rafael,
en Berlín-Gatow.
Una verdadera joya de la arquitectura, concebida por Rudolf
Schwarz, uno de
los más famosos arquitectos alemanes de la posguerra.
Ni eso se tuvo en
cuenta. Se tira abajo y ya está. La Iglesia Católica
vendió a buen precio el
terreno a un empresario de supermercado. Y chito. ¿Quién
tiene la culpa?, se
pregunta el periodista: ¿La Iglesia Católica
que vendió esa reliquia bendita
por dinero y que no demostró el menor interés
por el valor arquitectónico?
¿O el vecindario que más allá de la
piedad y del espiritualismo no fue capaz
de reaccionar para proteger a un monumento cultural de ese
calibre?
> Uno escribe esto y sabe que es difícil de imaginar,
hay que ir a ver y
presenciarlo. El capitalismo compra hasta las iglesias.
O el Vaticano
permite la venta de las iglesias con tal de no caer en la
pobreza. El
periodista se conforma pensando que tal vez peor hubiera
sido vaciar la
iglesia y poner directamente en el interior de ella un supermercado.
Una
pregunta atormentada, tal vez. Para el caso es lo mismo,
porque por más que
la derriben, dicen los optimistas que queda siempre el espíritu
presente. Un
supermercado con aire a Cristo. El periodista termina con
esta frase
desesperada: "Primero en importancia está el
supermercado, el auto, la casa
propia y después se acaba todo, no viene nada más".
> Hace un tiempo escribí sobre la crisis general
de la Iglesia Católica.
Pero ahora me encuentro con los últimos números
de la estadística oficial y
el curso negativo aumenta en rapidez. Por ejemplo, en Bonn,
donde hace once
años la parte católica de la ciudad correspondía
el 48,3 por ciento, ahora
es del 41,7. En los últimos ochenta años,
la población católica de esta
ciudad se ha reducido a la mitad. Además, los que
pertenecen al
catolicismo -se comprueba por el impuesto que se paga a
la iglesia y es
descontado oficialmente de los sueldos- son cada vez más
viejos. Mientras,
el número de los bautismos se reduce en forma increíble.
De todos los niños
nacidos, apenas un veinticinco por ciento son bautizados.
Los ancianos ya
forman el 90 por ciento de esa iglesia. Además cada
año el protestantismo
saca más ventajas al catolicismo en el número
de adeptos. El director de
Estadísticas de la ciudad de Bonn señala que
la causa de este estado de
cosas es la falta de interés de la juventud por la
religión.
> Los católicos se precian de que fue el papa
polaco Wojtyla quien provocó
la caída del comunismo. Claro, sí, sus reiteradas
visitas a Polonia y su
apoyo a Walesa no dejaron de ser un factor importante. Pero
bien, ¿con eso
se solucionó el inmenso problema de la pobreza y
la violencia en el mundo?
¿Qué es el mundo de hoy después del
largo reinado de Juan Pablo II?
> Así como hoy se venden iglesias, así
el Vaticano dejó solos a los
verdaderos mártires modernos del catolicismo. ¿Cómo
es que todavía no se ha
proclamado santo al mártir Angelelli, asesinado por
la dictadura después de
que desde el púlpito relatara la crueldad de los
cristianos que permiten que
los leñadores de su provincia no tengan dinero ni
para comprar un ataúd de
la madera más barata para enterrar a sus muertos?
Eso bastó para matarlo
porque lo dijo en una misa donde estaban los jefes de zona
del ejército y de
la aeronáutica. Se han iniciado ya las acciones para
santificar al papa
Wojtyla pero jamás se ha mencionado a Angelelli,
ese obispo de los pequeños
trabajadores de la tierra.
> Por otra parte, el catolicismo debe terminar para siempre
con la maldición
del cuerpo. La televisión alemana acaba de pasar
un largo reportaje a dos
sacerdotes católicos que fueron eliminados de la
iglesia porque tuvieron
relaciones con mujeres con las cuales después se
casaron. Uno de ellos tiene
un hijo. Cuentan ellos lo contentos que están al
compartir la vida con una
mujer a la que aman. La felicidad de ser padre de un niño.
Los dos ex
sacerdotes no cobran el derecho al desocupado porque la
iglesia se niega a
reconocerlos como trabajadores, de manera que ahora sus
hogares son
mantenidos por las dos mujeres. Ante la pregunta de si les
gustaría seguir
siendo sacerdotes, respondieron: ahora más que nunca,
porque hemos aprendido
a amar la vida, la belleza del amor, el compartir todo con
otro ser, en este
caso la mujer, ser que hay que amar con toda la fuerza y
no calificar de
pecado todo lo que ella representa con su cuerpo. Hoy más
que nunca -dice
uno de ellos- siento como un insulto la llamada virginidad
de la virgen
María. ¿Por qué Cristo no puede ser
hijo del amor entre dos seres? Sería aún
más profundamente humana su figura.
> Pero no es ése el futuro. Se sostiene que Ratzinger
ha sido llamado para
que, con su energía, vuelva a armar lo anterior que
hoy se está cayendo a
pedazos. Una iglesia estricta, disciplinada, con jerarquías
bien definidas,
los que mandan y los que obedecen rezando.
> Cuando la única forma de transformar al mundo
para que siga viviendo no es
apoyando a Baseotto -el de la piedra al cuello y el método
de la ESMA- sino
convertir en la figura a imitar a un obispo De Nevares,
que ya con la muerte
en el cuerpo acompañaba en primera fila a los trabajadores
huelguistas
neuquinos y marchaba con las Madres en los tiempos de la
bala en la nuca. O
acompañar a curitas como Morlachetti en su marcha
de los niños por los
paisajes argentinos del hambre, o al pastor evangélico
Arturo Blatetzki y su
comedor con su pan y su sopa para nuestros pequeños
y nobles hijos de la
tierra.
> No vender iglesias para supermercados. Abrirlas a los
jóvenes para que
allí jueguen sus ilusiones en el arte dramático
o se levanten bibliotecas de
la más hermosa literatura, o se aconseje y ayude
a las adolescentes a
enfrentar los golpes arteros y a autoayudarse, o se den
clases a los
desocupados y se les enseñe nuevos oficios. No un
supermercado sino una
Universidad de la Vida, para ir ejercitando la palabra solidaridad.
> No a la venta de iglesias, no a la piedra al cuello,
no a Baseotto y a
Franchiotto. Ratzinger, compórtese, Ratzinger.
> Se juzga en Alemania a tres turcos que mataron a su
hermana porque mantuvo
relaciones con un no musulmán. A cuchilladas, los
bestias. Pero ya está
también la respuesta: dos jóvenes turcas que
fueron enviadas de Alemania a
Turquía para casarlas con dos musulmanes que ellas
no conocían, dijeron
basta. En Turquía organizaron su propia huida de
la cárcel del machismo
musulmán y con papeles falsos huyeron y pidieron
refugio en Alemania. Pese a
todos los peligros que las amenazaban y las van a amenazar
en el futuro. Los
débiles, en la injusticia, son los más fuertes.
Aunque la Biblia o el Corán
digan lo contrario.
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