Los Verdes y Hannah Arendt.



 
 

Por Etzel Andergast
Especial para BerlinSur

En muy pocas ocasiones los políticos explican cómo sus lecturas influencian sus ideas y su ejercicio del poder. Recientemente, el Ministro de Asuntos Exteriores alemán, Joschka Fischer, y el jefe del grupo de Los Verdes en Parlamento Europeo, Daniel Cohn-Bendit, conversaron en la Akademie der Wissenschaften de Berlín sobre cómo la filósofa de origen judío-alemán Hannah Arendt marcó a la izquierda en la Alemania de los años sesenta. El acto incluyó la proyección de una entrevista con Arendt grabada en 1964 durante la cual el periodista Günter Gauss explora la relación de la autora con la teoría política, con Alemania y con Martin Heidegger, el filósofo antisemita que fue maestro, amante y amigo de la escritora judía.

La velada en la Akademie se abrió con la lectura de las cartas intercambiadas entre Arendt y Heidegger, las cuales dan testimonio de la admiración de la escritora por el autor de Ser y tiempo. La cursilería de las misivas de Heidegger y su proclamación de la incapacidad de las mujeres para la filosofía recuerdan a los peores pasajes de Ortega, como en Paisaje con corza al fondo (1927), y arrojan la pregunta: hoy, ¿de qué prejuicios son presa incluso los más inteligentes? Los casi cincuenta años de relación entre Arendt y Heidegger constituyen un vínculo inescrutable en el que observamos cómo una mujer inteligente e independiente nunca se liberó de la fascinación por el genio de Heidegger, a pesar de que éste colaboraba con los nazis.

Arendt, que exploró las causas del genocidio en su libro sobre el totalitarismo y en Eichmann in Jerusalem, no fue capaz de alejarse definitivamente de un oportunista como Heidegger que se había beneficiado profesionalmente del antisemitismo nazi. Daniel Cohn-Bendit, cuyos padres conocieron a Hannah Arendt durante su exilio parisino de los años treinta, expone una perspectiva muy distinta sobre la relación Arendt-Heidegger: Cohn-Bendit ve el vínculo entre Arendt y Heidegger como un ejemplo de hasta qué punto las relaciones sentimentales se resisten al análisis y prefiere destacar la fidelidad de Arendt a un hombre y a una amistad difíciles. Arendt nos enseña, dice el miembro del Parlamento Europeo, a no romper una amistad cuando hay un punto de desacuerdo, aunque sea de mayor importancia; la escritora luchó para seguir hablando con quien no coincidía. Seguramente no existe, dice Cohn-Bendit, una relación entre dos personas que dure años y que sea intensa, íntima, sin que se lleguen a identificar puntos de discrepancia de importantes.

En la entrevista que Gaus hace a Arendt, la escritora hace gala de una distancia respecto a Alemania. Ella mantiene que su aspecto, supuestamente muy judío, y su entorno familiar, le impidieron desde muy joven sentirse alemana. Sin embargo, Arendt, que en 1964 había pasado ya casi veinte años de su vida en Estados Unidos, sigue dando la impresión de ser alemana. No se trata sólo del alemán que habla, los vestidos y las maneras que usa durante su conversación con Gaus, también su admiración por el maestro Heidegger y la búsqueda continúa de un término de comparación en el mundo antiguo, tan característica de los libros de Arendt, le hacen a uno pensar que si la escritora alemana y judía no ha sido víctima de ese convencimiento extendido entre los nazis de que no se puede ser ambas cosas a la vez. A mí no me queda más remedio que pensar que se equivocaba al decir que de su origen alemán no quedaba más que la lengua materna.

Otro de los momentos memorables de la entrevista, que se desarrolla en medio de innumerables cigarrillos y de volutas de humo, es la explicación que Arendt da de su vocación como autora. Al hacerlo señala uno de los más fuertes motivos de la creación científica, los límites de la memoria, cuando afirma: “Quiero entender y para mí escribir es parte del comprender.” La razón: la imposibilidad de mantener en la conciencia lo único apenas acaba de pensar. Por este motivo, Arendt se declara indiferente a la recepción por parte de otros de sus escritos. Esta afirmación improbable de Arendt engarza con la discusión entre Fischer y Cohn-Bendit sobre la fuerte influencia que la autora y sus libros tuvieron sobre parte del movimiento estudiantil del 68 del que salió el partido Verde.

La actuación Fischer y Cohn-Bendit en el acto sobre Arendt fue casi cómica; por un lado se ve que son dos personas inteligentes y en las que la historia de Europa, al menos desde 1933, está muy presente. Por otro lado tienen un punto, ya no actores, sino de estrellas del rock que, como Mick Jagger, han envejecido bien; los dos miembros de los Verdes se han acostumbrado desde jóvenes a tratar con masas, a darles mítines, a llevarles a donde quieren. Cohn-Bendit abrió la discusión haciendo reír a la gente a costa de Fischer. En aquellos días la oposición estaba esperando que Fischer diese explicaciones sobre el escándalo de visados, que las mafias de Europa oriental han utilizado para introducir prostitutas y trabajadores ilegales en Alemania y el resto de Europa. Cuando se inició la discusión, el público, que seguramente tenía bien presente la presión a la que los conservadores de la CDU habían sometido a Fischer durante los días anteriores, se encontró con un Cohn-Bendit descarado. El líder de los Verdes en el Parlamento Europeo describió la vida de Arendt, Walter Benjamin, sus padres y los otros emigrantes en París como una vida centrada no en asuntos intelectuales y en la política sino en un tema de gran actualidad política en Alemania, esto es, cómo obtener un visado.

Fischer explicó impertérrito cómo le había impresionado la lectura de Eichmann en Jerusalem y, más tarde, ya en los setenta, el libro de Arendt sobre el totalitarismo. El libro sobre Eichmann, dice Fischer, muestra como aquél fue un crimen de hombres pequeños. El otro libro y el otro gran crimen del que ambos hablaron fue el archipiélago GULAG. Cohn-Bendit habla de ellos dos como el motivo por el que nunca fue comunista; Fischer explicó que él, como hijo de una familia de expulsados, heimatsvertriebene, había crecido en un ambiente donde el comunismo no era visto, ni mucho menos, con buenos ojos. Fischer debe tener un alma de maestro de escuela, ya que se dedicó a elogiar a Israel, afirmando que es un lugar en el que se puede hablar de todos. Hizo una referencia al peligro de totalitarismo intrínseco en la guerra contra el totalitarismo, empezó la digresión de manera muy prometedora, haciendo referencia a cómo el terrorismo podía acabar por subvertir las bases de la democracia americana, a cómo Arendt, una judía que como tal tenía una sensibilidad frente al poder totalitario, había hecho referencia a ese peligro para su querida América. Lamentablemente el inciso degeneró en la banalidad del mal implícito en el terrorismo.

Cohn-Bendit inició una disgresión sobre cuán poco americano es Guantánamo, preguntándose qué hubiera dicho Arendt sobre el tratamiento que los EE.UU. estaban dando a los presos retenidos en su base en Cuba, y el público siguió a un Bendit fácil y populista. Por el contrario, Fischer recordó que EEUU había sido siempre capaz de mantenerse del lado de la democracia y que estaba seguro que lo haría también esta vez. En este discurso, en el que los excesos tientan, tanto el de recordar la América que desembarcó en Normandía como el recordar Guantánamo hoy, se ve tal vez la paradoja de una generación de alemanes occidentales a la que no le gusta la América a la que debe tanto: la derrota del nazismo, el puente aéreo que abasteció en 1948-49 a un Berlín Occidental amenazado por la URSS, el regreso de Alemania a la democracia en 1949.

El jefe de Los Verdes en el Parlamento Europeo volvió a burlarse de Fischer destacando que el ministro de asuntos exteriores y muchos otros miembros de la izquierda en los años sesenta habían ignorado a Hannah Arendt. Para la mayoría de ellos resultaba irritante que Arendt pusiese comunismo y fascismo al mismo nivel en su libro sobre el totalitarismo. Por otro lado, el pensamiento de Arendt ignoraba completamente el verdadero tema, es decir, el capitalismo, y, se centraba en preguntas de carácter normativo y en la exploración del ser humano, muy, muy lejos del materialismo histórico del movimiento estudiantil.

Berlín, Abril de 2005. BerlinSur.

 


 
 
 
 
 
     

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