PARTE II
Curso de castellano para parlantes*
Por Alejandro
Lorente
Historia del castellano, y de porqué
hablamos cada uno como Dios nos dio a entender
El castellano nació
en una tarde de otoño, bajo el signo
indeciso de libra. Un romano paseaba por la
tierra repleta de conejos cuando le dijo a
un ibero de visabuelos tartesios: Alea jacta
est! El ibero, ni corto ni perezoso le dio
con un bastón en la cabeza al romano,
y en pleno fervor revolucionrio resopló:
Ale, por jactancioso! Era el primer germen
de una lengua que debería pasar después
por los visigodos, en realidad ese ibero era
de madre gótica. Después como
parecía que funcionaba el tema del
bastón pensaron transformar cada palabra
que empleban los romanos. Un señor
dijo: Caligula ergo sum, a lo que llegó
otro ibero con mala leche con otro bastón
se lo aplastó en la cabeza y profirió:
Cal y gula ergoso. Orígen
de la expresión postvisigótica:
Cal y gula, er goso, que dio pie a la expresión
en castellano antiguo: el goso de la cal y
la gula, y al castellano moderno, utilizado
a ambos lados del océano: El goso y
la gula producen cal. Hasta la fecha se ignora
el insondable significado de la expresión
pero se piensa que es una metáfora
sobre la gula y la cal, o sobre la cal y el
gozo o algo parecido. Es evidente que el castellano,
al igual que otras lenguas, necesitó
de apoyos para crecer, en este caso de bastones
Según los filólogos el castellano
no surge hasta el siglo XI*, pero eso es difícil
de demostrar por varias razones: A) no se
ha encontrado nadie que viva desde el siglo
XI. B) de haberse encontrado sería
demasiado viejo. Por ello los autores de este
estudio concluímos después de
severas indagaciones y alguna que otra amenaza
que el castellano nació de aquella
anécdota entre el ibero-visigótico
y el romano desprovisto de pilum. (De hecho
se piensa que los romanos no llevan falda
porque están depilatos hasta los...)
Los últimos estudios realizados por
nuestro equipo nos llevaron a la conclusión
de que después de aquel incidente,
sin importancia para el ibero, se calmaron
los ánimos, los romanos abandonaron
poco a poco los yermos páramos castellanos
y dejaron que los visigodos, un pueblo aburrido
e inculto, pero algo menos corrupto, se hicieran
con el poder en España (por llamarla
retroactivamente de alguna manera).
Corría el
siglo VII cuando las primeras oleadas de árabes
se aprovecharon de las luchas intestinas (todavía
no había llegado el yoghurt a la Península)
entre las filas cristianizadas, para atravesar
el Estrecho de Tarek (Yibral al Tarek) o sea
de las montañas de Yibraltarek o Gibraltar,
que al parecer son las columnas de Hércules
y así iniciar una nueva etapa de la
historia ibérica.
Aunque los árabes
desconocían la salsa y otros bailes
modernos, fueron pasito alante dos para atrás
conquistando todo lo que podían, hasta
llegar a Astorga, donde un grupo de cristianos
se lio a pedradas contra los pobres mahometanos.
Un hombre muy genial que era el Beato de Liébana,
les copió a los moros la genial idea
de la guerra santa y se inventó a Santiago
Matamoros, para que Dios también estuviera
en las filas cristianas. El pobre Dios, siempre
desde lo alto, observaba como los de un bando
y otro luchaban en su nombre, pero como no
tenía ganas de que se enteraran de
su Doble Vida, les dejó hacer, total
si algún día todos los relojes
se fabricarán así.
Los cristianos
fueron echando poco a poco a los musulmanes,
pero muy poco a poco, pues había épocas
en que pasaban cien años y ni se notaba
el paso de la frontera. Bueno de hecho España
está llena de pueblos que se llaman
de la Frontera. Este contacto fronterizo propició
un intercambio de palabras y expresiones entre
el emergente castellano y el árabe
forjado por el Corán. El diccionario
de la Academia está lleno de arabismos
que lo demuestran. Por ejemplo la fraee Arabismo
te lo digo. Que viene a decir, estás
volao si piensas que te lo voy a decir. Los
moros pagaban sus tributos y les dejaban vivir,
hasta que ocurrió algo imprevisto,
la unión de los principales reinos
hispanos, Castilla y Aragón. Alguien
encontró la conversación que
mantuvieron Isabel y Fernando. Parece ciertamente
incríble, pero esto suele ocurrir con
las cosas veraces: La conversación
quedó grabada en la villa palentina
de Dueñas, en una enredadera que se
enrolló en una mandrágora y
así perduró hasta nuestros días.
Isabel: Hola Fernando
¿cómo vas?
Fernando: Mira aquí,¿ y tú?
Isabel: ¡Pues anda que tú!
Fernando: Tanto monto monto tanto.
Isabel: Monta monta, que tienes impronta...
Fernando: Mon Ton Son, je parle francais...
Isabel: Anda tonto, monta, monta
No referiremos
más detalles de tan singular historia,
ya que ésta es la edición accesible
a menores de 18 años.
ESTA HISTORIA CONTINUARA....